LLEGÓ A MI UN NIÑO CON SÍNDROME DE DOWN, me están dando la oportunidad de que le dé unas clases de lectura y hasta de Inglés…¡me parecen maravillosos estos niños! Tienden a ser cariñosos, creativos, ocurrentes, espontáneos…y me alegra ver padres que buscan que, a pesar de la situación, que su hijo (a) se supere, que logre desenvolverse en esta sociedad tan poco solidaria, tan competitiva y falta de amor.
Un niño especial tiene el derecho (y puede hacerlo) a crecer en todos los aspectos (menos en la maldad, pues no es propia de ellos,) a experimentar lo que es propio de cualquier persona y a ser feliz.
Desafortunadamente, mucha gente los ve con cierto desprecio e inclusive los rechazan. Lo más triste es que algunos matrimonios no procuran que sus hijos especiales salgan a prepararse para enfrentar el mundo: los tienen encerrados, sobreprotegidos y bajo una dependencia que a la larga puede resultar muy contraproducente, pues un protector puede faltar en cualquier momento y dejar atrás a una persona débil, sin armas para la vida.
También me parece que el gobierno no pone suficiente atención en este tipo de problemática, no crea una cultura de la inclusión ni pone los medios necesarios para que ésta se logre, pues con spots de vez en cuando o con llamarlos “especiales” no se va avanzar. Se necesitan campañas educativas, maestros preparados, centros de atención y una ley afirmativa que haga que se abran espacios en todo tipo de ámbitos, desde las escuelas hasta los centros de producción económica.
Ellos son, ciertamente, especiales, pero tienen un potencial similar al de cualquier ser humano y merecen lo mejor.