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BIÓSFERA/ AMENAZAS A LA VIDA.

Por: Alfonso Díaz Rey «Dios perdona siempre; nosotros perdonamos de vez en cuando; la naturaleza nunca perdona». Papa Francisco. Invariablemente, en el mundo capitalista los costos de las crisis...

Por: Alfonso Díaz Rey

«Dios perdona siempre; nosotros perdonamos de vez en cuando; la naturaleza nunca perdona».

Papa Francisco.

Invariablemente, en el mundo capitalista los costos de las crisis los pagan los sectores de la sociedad que solamente poseen su fuerza de trabajo para subsistir y, en menor medida, los medianos y pequeños productores y empresarios.

Por otro lado, quienes concentran el poder económico siempre han encontrado la forma de acrecentar su riqueza, forma en la que de una u otra manera aparece el Estado con políticas encargadas de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias.

Los «rescates» al capital financiero y a las grandes empresas, en épocas de crisis; la privatización de bienes y áreas estratégicas en la economía y territoriales; la legislación en favor del capital para darle visos de legalidad a los despojos a los pueblos son, entre otros, ejemplos de lo que los grupos social y políticamente dominantes realizan desde el Estado para mantener su poder y privilegios, teniendo a las fuerzas represivas como recurso extremo de convencimiento.

El hecho de beneficiar al capital para mantener el crecimiento económico y de paso favorecer la concentración de la riqueza en manos de una minoría, aún en tiempos en los que no se presentan las crisis, ha tenido serios impactos adversos en casi todos los aspectos de la vida.

De esos impactos, quizá los que mayor peligro representan son los que afectan a la naturaleza, porque crean serios desequilibrios medioambientales que se reflejan en la agudización de problemas económicos, sociales, meteorológicos, climáticos, sanitarios, por citar algunos, que actualmente representan una verdadera amenaza contra muchas especies vivas en el planeta, incluida la humana.

En opinión de muchos científicos, la actual crisis sanitaria así como una serie de nuevas enfermedades son producto de esos desequilibrios, los que se deben a una forma de producción y de vida incompatibles con la naturaleza y los procesos que en ella ocurren, lo que crea condiciones que dan lugar a la formación o diseminación de una serie de agentes patógenos para los que se carece de medios que eviten o contrarresten su acción.

Esa forma de producción y de vida es el capitalismo. La obsesión por la ganancia y la posesión y acumulación de bienes y riqueza está por sobre todas las cosas; algunos creen, inconsciente y erróneamente, que salvando la economía se salvarán a sí mismos, y cierran ojos y oídos al hecho de que para que haya vida debe haber salud, y para que haya economía, debe haber vida; además, esa forma de producción y de vida atenta, a no muy largo plazo, contra la vida misma, sobre todo si se continúa con la depredación de la naturaleza.

Lo anterior podría considerarse como una visión catastrofista. Sin embargo, existen no pocos indicios de los efectos de esta forma de producir y vivir; podrían citarse, entre otros: el cambio climático; la acidificación de los océanos; la contaminación de aire, suelos y agua; la desertificación; eventos meteorológicos extremos; la seria amenaza de extinción para algunas especies animales y vegetales; el resurgimiento de enfermedades en regiones donde se creían erradicadas; la presencia de nuevos virus y bacterias producto de nuevas condiciones medioambientales; ello aunado al incremento de la pobreza y miseria, que hacen que la gravedad de esos efectos sea aún mayor.

Es por ello que proliferan los llamados a la búsqueda de alternativas de producción y de vida que consideren la armonía con la naturaleza y el respeto que debemos tener por ella. Tenemos que pensar en producir para satisfacer nuestras necesidades en lugar de hacerlo para obtener ganancia, y de una manera en que no afectemos a la naturaleza, o que la afectación pueda ser objeto de la más pronta y eficaz restauración para evitar efectos adversos posteriores.

Esas formas de producción tendrán necesariamente que erradicar las relaciones presentes en el capitalismo. De esa manera, deberá desaparecer la explotación de los seres humanos, el egoísmo, la avaricia, la acumulación y concentración de bienes y riquezas, todas las formas de discriminación, la corrupción, la injusticia, la impunidad, la irracional explotación de la naturaleza. Las nuevas relaciones tendrían que considerar como ejes principales la solidaridad y la cooperación entre los seres humanos. Y la vida en armonía con el medioambiente, especialmente con la naturaleza.

Somos parte de la naturaleza, no nos pertenece. Si atentamos contra ella, tarde o temprano pasará la factura por nuestras acciones.

Salamanca, Guanajuato, 09 de agosto del 2020.

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