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#Tiemposquenovolverán LA INUNDACIÓN DE 1912 EN SALAMANCA.

  Hay varios hechos en la historia de Salamanca que quedaron grabados en la memoria de quienes los vivieron, uno de ellos son las inundaciones en este municipio, mismas...

 

Hay varios hechos en la historia de Salamanca que quedaron grabados en la memoria de quienes los vivieron, uno de ellos son las inundaciones en este municipio, mismas que han sido fenómenos naturales que dejaron pérdida y catástrofe, aún  devastadoras, no le quitaron el aliento a ciudadanos que salieron adelante pese a las adversidades.

En este viaje al pasado recordaremos una de las inundaciones de Salamanca, la de 1912.

En este evento de tiempos que no volverán perpetuaremos aquel 29 de junio de 1912, cuando Salamanca quedó literalmente hundido.

En un tesoro histórico, convertido en anécdota, Lupe Aguinaco contó en la Gaceta de la Crónica de Salamanca que en aquella fecha de 1912 los habitantes de lo que hoy es la calle Allende estaban acostumbrados a que el río afectara sus casas y por ello en época de lluvia, colocaban material de construcción en las entradas para que la intempestiva corriente no ingresara, sin embargo, el 29 de junio de hace 108 años el peligro pasó desapercibido y luego llegó lo inesperado.
Contó Lupe Aguinaco que a las seis de la tarde tuvo aviso el jefe político interno, de que el río se había desbordado por el barrio de San Pedro y comenzaba a inundarse la ciudad.
El 27 de junio anterior a éste suceso, el Jefe Político, Lucio Puga, se ausentó del lugar por causas ajenas a su voluntad, quedando interinamente encargado del mando político el Sr. J. Cruz Hernández, como primer regidor del ayuntamiento.
El señor Hernández acompañado del Comandante y de algunos policías se trasladaron de inmediato al lugar del desborde, dando órdenes para desalojar las casas y dictando medidas para alejar el peligro.

Ese día de junio a las once y media de la noche se avisó que una avalancha penetraba a Salamanca por el barrio de Nativitas arrasando el bordo que como prevención construyeron los vecinos. A los pocos minutos ya se había inundado Salamanca y el día 30 de junio el agua alcanzaba un metro en la plazuela de San Pedro; aquel día la autoridad convocó al Ayuntamiento y se efectuó una sesión extraordinaria para tomar medidas urgentes.
Había un desastre en Salamanca, familias corrían el riesgo de ser arrastradas por la corriente, había casas afectadas por lo que ya se hablaba de apoyo a los damnificados. Ya por la tarde del mismo 30 de junio, el agua había invadido prácticamente toda la ciudad, fue entonces que llegaron unos 100 soldados, y muchos otros voluntarios de la localidad e incluso de Aguascalientes; juntos salvaron niños, ancianos y a muchas otras personas que se encontraban en un vertiginoso peligro.
Fue así que el agua estaba adentro de decenas de casas, calles y demás propiedades, todo, estaba bajo el agua y cientos de familia lo habían perdido todo.

Por los mismos daños, el municipio se quedó sin luz prácticamente tres días por lo que cuentan los oriundos que fueron tres días de tristeza y de tiniebla.
Después de este hecho, cuenta don Lupe Aguinaco que llegó la desesperación, el desaliento y el hambre se disponía a dar batalla, había personas que lo perdieron todo y no quedaban ni alimentos, por eso en aquel entonces el Lic. Don Jesús Espinoza presidente de la Junta de Socorros previamente había comprado del mercado todo el pan, eran 2 mil 532 piezas y ese día los repartió todos.
Todo era pavoroso, a la sombra de la oscuridad. Las campanas de los templos anunciaban el peligro, los barrios de San Juan de la Presa y de Nativitas habían quedado aislados, de pronto el llanto de las campanas se apaga, sólo se escuchó el estrepitoso caer de las casas que se derrumbaron cuando el agua se estrelló en las fincas.

Cuando la corriente aumentaba minuto a minuto. Fue el presbítero Don Juan Hernández, capellán del templo del Señor del Hospital, quien dispuso el repique para atraer a la gente, bajar el solio a Jesús crucificado y pasearlo en procesión. En cuanto lo sacaron al atrio, lo hicieron saber al Jefe Político, quien con su carácter franco y de liberal puro, comentó: “sí, pero que no salgan del atrio”.

La gente quería llevar al Señor del Hospital para que recorriera un pueblo que estaba a punto de desaparecer, así que pidieron permiso a la autoridad que de inicio se negó más luego de pedirlo con fuerza argumentando que el agua fulminante terminaría con todo, se hizo caso omiso a la ley y a las once de la mañana  la imagen del Señor del Hospital fue cargada sobre los hombros de los fieles mientras llovía delicadamente y fue entonces que unos 6 mil fieles desfilaban delante del Cristo de los salmantinos mientras suplicaban que ya cesara la desgracia, ahí se veía una copia fiel de  fe y amor, escribió Lupe Aguinaco.

Y en ese día de desgracia las lágrimas brotaban de la población que había pasado varios días entre el miedo y la desolación.

Durante una hora que duró la procesión, no pararon las súplicas luego de ese recorrido, la  lluvia y el llanto se retiraron  dejando estragos, dolor y un escenario dramático del que Salamanca se recuperó gracias al trabajo duro y al esfuerzo  de su gente.

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Licenciada en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Relaciones Públicas, maestría en Mercadotecnia y docente. Interesada en educación, medio ambiente y derechos humanos.
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