Guanajuato enfrenta este año una escalada de violencia que ha irrumpido en escenarios de fe y convivencia. Al menos siete ataques armados durante celebraciones patronales han dejado un saldo devastador de 81 víctimas, de las cuales 33 perdieron la vida y 48 resultaron heridas.
Los eventos de violencia no se concentraron en un solo punto, sino que se registraron en municipios como Salamanca, Celaya, San Felipe, Irapuato, León y San Miguel de Allende. territorios donde antes abundaban alegría y tradición.
En Irapuato, uno de los ataques ocurrió el 24 de junio: durante la fiesta patronal, un comando armado mató a 12 personas e hirió a 20 más. En Celaya, una familia fue acribillada en su vivienda durante una celebración similar, con saldo de cuatro muertos. Y en San Miguel de Allende, una emboscada articulada por al menos ocho hombres vestidos de militar dejó dos muertos y al menos 17 heridos.
Estos hechos no son aislados: el estado acumula al menos 28 masacres en el primer semestre de 2025, con cifras que reflejan una violencia dirigida a amedrentar a la población civil y perturbar la paz social.
Frente a esta crisis, la Diócesis de Irapuato ha hecho un llamado urgente a las autoridades para restablecer la seguridad en las festividades religiosas, subrayando que “no corresponde a las parroquias asumir la seguridad pública”. El desafío permanece: ¿cómo proteger rituales que son el corazón de la identidad comunitaria cuando la misma violencia los corroe?



































