En Salamanca, la niñez y adolescencia crecen entre la violencia y la desprotección, así lo dejan ver las cifras, sin embargo, lo más grave es lo que no aparece en los registros: aquellas historias que se callan, aquellos hogares que ya no son refugio, aquellas infancias arrebatadas.
De enero a septiembre de este 2025, más de 200 menores han requerido la atención del DIF municipal tras perder a un familiar por homicidio o desaparición, o bien por sufrir directamente violencia familiar, abandono o adicciones. No obstante, lo que debería ser un acompañamiento integral termina siendo un parche frente a una herida que no deja de abrirse.
Salamanca carga con la etiqueta de municipio bajo Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, pero esa declaratoria no se traduce en seguridad real. Los feminicidios y desapariciones siguen marcando la vida cotidiana, mientras que el 911 ha recibido este año al menos 700 llamadas por violencia de género en Salamanca, de un total de más de 2,400 en el estado de Guanajuato.
Entre 2019 y lo que va de 2025, fueron asesinados al menos 90 menores en el municipio, lo que convierte a Salamanca en una de las ciudades más peligrosas de Guanajuato para crecer. Lo anterior refleja la crudeza de un entorno donde las niñas y adolescentes son víctimas colaterales de la violencia criminal, pero también del abandono institucional.
El discurso oficial habla de programas, protocolos y apoyos, pero en la realidad, las familias salmantinas saben que la respuesta es tardía y limitada. Mientras tanto, los hogares siguen llenándose de orfandad y miedo.


































