
LUCHA DE LAS MUJERES: UN GRITO IMPERECEDERO POR JUSTICIA Y DIGNIDAD
Cada 8 de marzo, las calles de México y del mundo se tiñen de morado y verde, colores que simbolizan la lucha feminista, la esperanza y la resistencia. No es una fecha de celebración, sino de memoria y reivindicación. El Día Internacional de la Mujer tiene sus raíces en las movilizaciones obreras de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando las mujeres exigían mejores condiciones laborales, el derecho al voto y la igualdad de oportunidades. A lo largo del tiempo, esta lucha se ha extendido hacia la defensa de los derechos humanos, la erradicación de la violencia de género y la búsqueda de un mundo donde ser mujer no sea sinónimo de peligro.
Hoy, en pleno siglo XXI, persiste una realidad atroz: México es uno de los países más peligrosos para ser mujer. Cada día, al menos 10 mujeres son asesinadas en un acto de feminicidio; la mayoría de estos crímenes quedan impunes. A esto se suma la discriminación estructural que relega a las mujeres a la desigualdad salarial, la precarización laboral, la sobrecarga de tareas domésticas no remuneradas y la revictimización en los sistemas de justicia.
Ante este panorama, las marchas del 8M representan mucho más que una movilización masiva; son un grito de resistencia, una exigencia de justicia y un acto de sororidad. Es el eco de miles de voces que claman: ”¡Ni una menos!”, “¡Vivas nos queremos!”, “¡El patriarcado se va a caer!” Frases que han trascendido generaciones y fronteras, porque la opresión no entiende de nacionalidades, pero la lucha sí entiende de unidad.
Las mujeres han demostrado una y otra vez que el cambio no es una opción, sino una necesidad. Desde las sufragistas que lograron el derecho al voto hasta las colectivas feministas que hoy exigen justicia por las víctimas de feminicidio, la historia de la humanidad no se puede contar sin la valentía de aquellas que han enfrentado al poder con la fuerza de la verdad.
Respaldamos a todas las mujeres que marchan, que alzan la voz, que desafían al sistema y que, con su lucha, abren caminos para las nuevas generaciones. No hay exageración en su enojo ni justificación para quienes intentan silenciarlas. Mientras haya desigualdad, mientras el miedo siga marcando sus vidas, la lucha feminista será no solo legítima, sino imprescindible.
FEMINICIDIOS: UNA HERIDA ABIERTA EN NUESTRA SOCIEDAD
En pleno siglo XXI, la violencia de género continúa siendo una lacra que azota a nuestra sociedad, manifestándose de forma más cruel en los feminicidios. México, en particular, enfrenta una crisis alarmante en este ámbito. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante el año 2024 se registraron 6,837 homicidios de mujeres, lo que equivale a un promedio de 18.7 asesinatos diarios. De estos casos, 839 fueron clasificados oficialmente como feminicidios, una cifra ligeramente inferior a los 853 registrados en 2023.
Es importante destacar que la clasificación de un asesinato como feminicidio depende de la identificación de motivos de género en el crimen, lo que puede llevar a una subrepresentación de la realidad. Además, la violencia no discrimina edades; entre enero y diciembre de 2024, se reportaron 80 feminicidios de niñas y adolescentes de 0 a 17 años, sumados a 116 homicidios dolosos en el mismo grupo etario, totalizando 196 asesinatos de menores de edad.
Estas cifras reflejan una problemática estructural que va más allá de los números. Cada víctima representa una vida truncada, una familia destrozada y una comunidad afectada. La impunidad prevalece en muchos de estos casos, perpetuando un ciclo de violencia y desprotección. La falta de perspectiva de género en las investigaciones y en el sistema judicial contribuye a la revictimización y a la desconfianza en las instituciones.
EL PODER FEMENINO: TRANSFORMANDO SOCIEDADES
A pesar de los desafíos y obstáculos, el poder femenino se erige como una fuerza transformadora en la sociedad contemporánea. Las mujeres han demostrado una capacidad inigualable para adaptarse, resistir y liderar cambios significativos en diversos ámbitos. Su participación activa en movimientos sociales, políticos y económicos ha sido fundamental para el progreso y desarrollo de las naciones.
La resiliencia femenina se manifiesta en su habilidad para enfrentar adversidades y convertirlas en oportunidades de crecimiento. Históricamente relegadas a roles secundarios, las mujeres han desafiado estereotipos y barreras, demostrando que su contribución es esencial para una sociedad equitativa y justa. Su involucramiento en sectores antes dominados por hombres, como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM), ha enriquecido estos campos con perspectivas diversas y soluciones innovadoras.
Además, el liderazgo femenino ha sido crucial en la promoción de políticas inclusivas y en la construcción de comunidades más cohesionadas. Las mujeres líderes tienden a priorizar temas como la educación, la salud y el bienestar social, áreas fundamentales para el desarrollo sostenible. Su enfoque en la colaboración y el consenso ha propiciado entornos más democráticos y participativos.
No obstante, persisten desafíos significativos. La brecha salarial de género, la subrepresentación en puestos de toma de decisiones y la violencia basada en género son obstáculos que aún deben superarse. Es imperativo que las sociedades reconozcan y valoren el poder femenino, no solo como una cuestión de justicia, sino como una estrategia esencial para el progreso colectivo.
El poder femenino es una fuerza imparable que, a pesar de las adversidades, continúa moldeando y mejorando nuestras sociedades. Es responsabilidad de todos y todas apoyar y promover la igualdad de género, reconociendo que el empoderamiento de las mujeres es fundamental para alcanzar un mundo más justo y equitativo.