En la calle Guerrero, en una pequeña papelería que alguna vez se convirtió en punto de encuentro, no solo por el olor a frituras y dulces, sino también por el ejemplo de vida que ofrecía entre sus estantes, nació la historia de Juan Carlos Vidal.
Detrás del mostrador, entre libretas, bolsas de churros de masa y gomitas, Juan Carlos atendía con una sonrisa a los vecinos y niños que salían de clases. Sin embargo, esa sonrisa ocultaba la dura batalla que libraba diariamente: la insuficiencia renal que lo obligaba a someterse a constantes sesiones de hemodiálisis. A pesar del agotamiento, su mayor motivación era su hija de cinco años, a quien prometió no rendirse jamás.
Hoy, esa lucha ha dado un giro lleno de esperanza. Juan Carlos recibió un trasplante de riñón gracias al acto de amor más grande que puede existir: el de un padre hacia su hijo. Su propio papá fue el donador, sellando no solo una oportunidad de vida, sino un lazo eterno entre generaciones.
Con esta intervención, su salud comienza a mejorar y con ello se abre un nuevo horizonte. “Ya no se trata solo de sobrevivir, sino de vivir plenamente”, compartió Juan Carlos, ilusionado con la idea de acompañar a su pequeña en cada etapa, caminar nuevamente por la calle Guerrero sin el peso de la enfermedad y demostrar que, con amor y voluntad, los días más oscuros pueden convertirse en esperanza.
Actualmente, Juan Carlos se encuentra en recuperación en su hogar. Desde ahí, agradece a todas las personas que le tendieron la mano, ya sea comprándole dulces, apoyándolo con medicamentos o enviándole palabras de aliento.
A nombre de todo el equipo de El Salmantino, enviamos nuestros mejores deseos para su pronta recuperación y celebramos que esta historia, marcada por la fortaleza y la fe, hoy tenga un final lleno de vida.


































