Por: Alfonso Díaz Rey
… el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. (Encíclica LAUDATO SI’ del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común – 24 de mayo del 2015)
Quienes de alguna manera dedicamos tiempo y esfuerzo a los problemas ambientales a menudo restamos importancia a los impactos que se generan en el ámbito social y cultural debido a las diferentes actividades que como sociedad realizamos.
Una de las actividades que genera un sinnúmero de impactos adversos es la política implantada por quienes desde un puesto público se arrogan la facultad de decidir por todos nosotros, sin una consulta previa que recoja el sentir de la ciudadanía respecto de lo que pretenden realizar.
Algunas persona argumentarán, y no sin razón, que esa situación es propiciada por la falta de participación ciudadana; sin embargo, esa falta de participación en cuestiones de interés colectivo es resultado de un proceso de enajenación y condicionamiento al que hemos estado sometidos, por lo menos, desde mediados del pasado siglo. Ello permitió a un pequeñísimo sector de la población, que detenta el poder económico, tomar el poder político y desde ahí, valiéndose de todos los mecanismos e instrumentos del Estado, y de los que poseen como clase, mantener y reproducir las condiciones que les permitan perpetuarse en el poder y beneficiarse con tal condición.
También podrá argumentarse que la consulta y la participación ciudadana están contempladas en la legislación y ello es cierto; solamente que la consulta a la ciudadanía se realiza sin el mínimo de información requerida para estar en condiciones de emitir un juicio acertado en torno al tema tratado y cuando la participación ciudadana se da de manera autónoma y al margen de los controles del Estado, representa un peligro para los intereses de quienes detentan el poder y por todos los medios a su alcance tratan de cooptarla o desvirtuarla.
Ese ejercicio del poder, en el que un pequeño grupo intenta controlar todos los aspectos de la vida en nuestro país, los ha llevado a tal grado de soberbia y desprecio por el pueblo que se sienten intocables y con la facultad de tomar las decisiones que les permitan conservar su posición de privilegio, sin importar los daños que sus acciones puedan ocasionar.
Las llamadas reformas estructurales que desde hace más de 30 años cada gobierno federal ha impuesto y la corrupción que tanto en el ámbito público como en el privado campea en el país, han ocasionado el progresivo deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de nuestro pueblo, el que cada vez encuentra más dificultades para aspirar a una vida digna, lo que se refleja en un descontento en amplios segmentos de la población, sobre todo de los más afectados.
El clima social que desde hace mucho tiempo se vive en México es consecuencia de la enorme desigualdad que produce una política que beneficia a la minoría que detenta y ejerce el poder. La violencia que como sociedad padecemos es también, a la vez, consecuencia de esa desigualdad y un mecanismo para infundir terror a quienes intenten cambiar el estado de cosas imperante.
Toda esa serie de agravios físicos, sicológicos, económicos, ambientales, culturales y de otro tipo que han llevado a cabo contra el pueblo son parte del ejercicio del poder de ese grupo que lo detenta y que es capaz de todo con tal de conservarlo. Ejemplos a nivel municipal son: el abandono del Área Natural Protegida Cuenca Alta del Río Temascatío, obras municipales mal planeadas y concesionadas a familiares y amigos, las facilidades a las grandes empresas con salarios de miseria a sus trabajadores, abandono de escuelas públicas, por mencionar solo algunos.
Esta situación podrá revertirse cuando el poder lo tenga el pueblo; cuando quienes nos representen en la administración pública respondan a nuestros intereses y lo elijamos nosotros, como pueblo organizado, no los partidos políticos; cuando lo que se haga en el país sea en beneficio de nuestro pueblo; cuando, en fin, recuperemos nuestra soberanía y decidamos ser los dueños de nuestro futuro. Solamente de esa manera el ambiente social será benéfico y contribuirá a construir una patria en paz, solidaria, sana y próspera.