El ambiente social en efervescencia*
“Hoy vivimos en México una coyuntura que comprueba la necesidad de abrir paso a nuevas formas de acción, de forjar una estrategia adecuada así como nuevas tácticas que realmente nos permitan luchar con posibilidades no sólo de avanzar sino de triunfar en la batalla decisiva por nuestra soberanía, nuestra libertad y nuestra independencia.”
Alonso Aguilar Monteverde (Defensa de nuestra soberanía nacional y popular)
Lo que actualmente vemos en calles y plazas de las principales ciudades de nuestro país es la expresión de la indignación acumulada, causada por más de tres décadas de agravios e imposiciones contra el pueblo por quienes detentan el poder, por medio de la fauna política que desde el gobierno ejecuta las órdenes de los poderosos.
Desde 1982, cuando inició la aplicación de las políticas neoliberales con el gobierno de Miguel De la Madrid Hurtado, se han impuesto de la manera más antidemocrática políticas y medidas económicas que han despojado a la nación de sus bienes y riquezas y han transgredido los derechos y conquistas de los trabajadores y del pueblo en general.
La mentira y la corrupción, desde las formas más burdas hasta las más elaboradas, son, y han sido, las vías principales por medio de las cuales lograron poner al país y al pueblo en la más grave crisis en los últimos cien años; ello no quiere decir que antes de los neoliberales la
mentira y la corrupción estaban ausentes de la vida pública y privada, sino que ahora las han elevado a su máxima expresión.
Si hacemos un ejercicio de memoria o acudimos a fuentes hemerográficas del período al que hacemos referencia, veremos que con la modernización del país nos prometieron la entrada al primer mundo y lo que en realidad sucedió fue el abandono por parte del Estado de la actividad económica y sus responsabilidades sociales, al grado de que casi todos los bienes y riquezas nacionales están en manos de un puñado de monopolios locales y extranjeros en los que el capital financiero es su soporte principal y, en términos de desarrollo, las condiciones de vida y trabajo de la inmensa mayoría de los mexicanos sufren desde entonces un continuo y acelerado deterioro.
¿Quién no recuerda, por citar sólo algunos ejemplos, las frases de propaganda política como: el Bienestar para la familia, Vivir Mejor o el más reciente, Mover a México, las que acompañadas de una serie de mentiras con envoltura de promesas emplearon para comprar conciencias y que el grupo en el poder mantuviera el control del gobierno, sin dejar de echar mano de los fraudes electorales más descarados al menos en tres ocasiones (1988, 2006 y 2012), y de esa manera legalizar y tratar de legitimar todo lo que hacen contra el pueblo?
Y es que la mentira, de la mano con la corrupción, son elementos fundamentales para poder implementar el neoliberalismo e intentar que el pueblo lo acepte como algo inevitable y natural en un mundo globalizado en el que la propiedad privada es la base sobre la que se construye la sociedad y el mercado es la entidad que mediante la asignación de recursos resuelve los problemas y, en consecuencia, regula todas las relaciones sociales, relaciones en las que todo y todos los seres humanos somos mercancías.
Solamente que, como líneas arriba se asienta, la necia y reacia realidad dice otra cosa y las promesas se quedaron en eso y el desarrollo sigue esperando por nuevas promesas.
En este contexto, el gasolinazo del pasado 1 de enero (y anuncian más) parece ser la gota que derramó el vaso de agravios. Y si de algo está cansado nuestro pueblo es de agravios de todo tipo que desde las esferas de poder se maquinan y ejecutan a diestra y siniestra en perjuicio de la mayoría de quienes habitamos este saqueado país.
Ellos, los que detentan el poder y su servidumbre, han robado la esperanza y el futuro de los mexicanos, sobre todo de los jóvenes de este país, quienes ven como se cancelan sus ilusiones y anhelos de alcanzar una vida digna y próspera. Y esa desesperanza, cuando los desmoviliza y son ganados por la apatía, los hace en ocasiones enemigos de su propio desarrollo y aliados involuntarios de los poderosos.
¿Y es el gasolinazo la medida causante de nuestros problemas?
¿Es el gobierno, en sus diferentes niveles el responsable de tal medida?
El gasolinazo es solamente el detonante de una situación más compleja que en todos los aspectos de la vida provoca impactos adversos a la mayoría del pueblo, la cual habrá que identificar y comprender para poder atacar realmente las causas, eliminarlas y empezar a construir los caminos que nos llevarán a la solución de nuestros problemas.
¿Y el gobierno?
Quienes lo integran son el instrumento de los que realmente tienen el poder; son quienes ejecutan las órdenes y se encargan, cuando su credibilidad y su capacidad de convencimiento decrecen, del manejo de los medios represivos del Estado, incluido el terrorismo, para amedrentar a la población y tenerla controlada. A ese control contribuyen de manera importante los grandes medios de difusión escritos y electrónicos; el sistema educativo, diseñado para formar personas acríticas sumisas y con acendrado individualismo; programas de gobierno disfrazados de asistenciales y diseñados para reclutar simpatizantes e incondicionales a cambio de migajas; las cúpulas de algunos grupos religiosos, el sistema electoral, los partidos políticos electoreros y una serie de distractores ideológicos que mantienen a la gente alejada de la realidad que padecen.
Y entonces ¿qué hacer?
Sin que esta reflexión, en absoluto, pretenda señalar lo que a la colectividad toca decidir y hacer en ejercicio de la soberanía popular, algunos pensamos que existen aspectos que su desatención implica exponerse a tropiezos peligrosos. Uno de ellos es el trabajo de organización; otro, es la unidad.
En la medida en que construyamos una organización amplia, fuerte y unida, será menor la dificultad para enfrentar los problemas y a quienes los causan. El problema es que la unidad no se da por decreto ni por voluntarismo. Si tenemos bien claro el objetivo de nuestra lucha y lo compartimos entre muchos, eso ya es un gran paso hacia adelante; si somos capaces de dejar de lado contradicciones de orden secundario, o aun menor, que en ocasiones anteponemos a cualquier esfuerzo colectivo y desplegamos ese esfuerzo en torno a nuestras coincidencias, el avance será mayor; y si la dirección del esfuerzo es de carácter colectivo, ello asegurará la toma de decisiones más democráticas y más sensatas.
Y el trabajo de organización también implica salir del ámbito local, vincularnos y articularnos con quienes se tengan coincidencias y se compartan objetivos.
Lo anterior no es garantía de triunfo. Sin embargo, si tenemos claro a qué y a quiénes nos enfrentaremos sabremos enfocar mejor nuestro esfuerzo y tendremos mayores posibilidades, de otra manera estaríamos dando palos de ciego, lo que es desgastante y en ocasiones desalentador.
Esa claridad permitiría ir a la raíz de los problemas y encontrar una solución benéfica para la mayoría; un ejemplo hipotético: si se agudizan las manifestaciones de descontento popular, podrían dar marcha atrás en el gasolinazo e incluso, poniéndonos optimistas, quitar a Enrique Peña Nieto; pero continuarían los mismos en el poder y rápidamente buscarían alternativas para recuperarse, aplicando medidas igual o más lesivas en otras áreas.
Y si acudimos a la historia, nuestro pueblo ha enfrentado en otras épocas, situaciones más difíciles y las ha resuelto en buena parte; sólo que después de ser quien mayor esfuerzo y sangre aportó a las luchas, nunca alcanzó el poder real.
Corresponde a quienes hoy luchan encauzar sus esfuerzos hacia una solución en la que el pueblo ejerza cabalmente su soberanía y sea quien decida qué, cómo, dónde y cuándo se harán las cosas en nuestro país.
Salamanca, Guanajuato, 22 de enero de 2017
*Tomado de http://www.somosmass99.com.mx/el-ambiente-social/