Vivimos en un municipio que hasta la primera mitad del pasado siglo se caracterizó por ser eminentemente agrícola, en una región que alguna vez fue conocida como el granero de México.
Con la instalación de la refinería de Petróleos Mexicanos, como consecuencia de una estrategia de desarrollo (que no nos detendremos a analizar si fue correcta o errónea), el municipio y sobre todo la cabecera municipal, donde vivimos, fue adquiriendo características también de una ciudad industrial, que con el incremento de las actividades terciarias, comercio y servicios, reunió los elementos que constituyen y definen su actual entorno.
Cada una de las actividades, agrícola, industrial, comercial y servicios, son responsables, en cierta medida, del medioambiente en que vivimos.
Por ejemplo, en lo que toca al medio físico del ambiente:
Las actividades agrícolas y agroindustriales, debido al empleo de fertilizantes químicos, plaguicidas y herbicidas, entre otros productos, están relacionadas con la contaminación y degradación del suelo y la contaminación de los mantos freáticos y cuerpos de agua superficiales , además del elevado consumo de agua que contribuye al abatimiento de aquellos.
La industria, dada la variedad de materias primas, productos, subproductos y residuos que maneja, tiene que ver con la contaminación del aire, del suelo y subsuelo y del agua superficial y subterránea.
El comercio y servicios, por la generación de residuos, están relacionados con la contaminación del suelo y, en menor medida, del aire (olores por la descomposición de algunos de ellos).
En relación al ambiente socioeconómico y cultural, quizá ninguna empresa haya tenido impactos con magnitud mayor a los de Pemex.
Pemex impulsó la instalación de más industrias en la zona, con la creación de fuentes de trabajo, renglón en el que contribuyó con el mayor porcentaje, promovió distintas actividades económicas; impulsó también, con algunos de sus técnicos y profesionistas, la creación de escuelas de nivel técnico y superior; contribuyó al asfaltado de sus calles y; por la simbiosis cultural que se dio entre los trabajadores lugareños y, principalmente, los originarios de la costa del golfo, la sociedad salmantina tiene rasgos que la diferencian de la de los demás municipios del estado, incluso de los colindantes y, la derrama económica que significó esa industrialización también generó contradicciones y desigualdades que no pueden ocultarse.
Y como Salamanca es considerada desde hace mucho tiempo como una ciudad petrolera, parte de su cultura es la conmemoración, cada 18 de marzo, de la expropiación petrolera, en un ambiente generalmente festivo; y muestra también los beneficios, perjuicios y contradicciones que esa actividad acarrea. Un ejemplo de lo anterior, en materia de perjuicios, es el gran número de cantinas y bares existentes y el elevado consumo de bebidas alcohólicas en la ciudad.
Sin embargo, con la paulatina pero constante privatización de actividades que antes realizaban los trabajadores petroleros y que ahora realizan compañías privadas, con personal con bajos salarios, limitada capacitación y muy escasas prestaciones, ha disminuido la plantilla de trabajadores de Pemex y la derrama económica en la ciudad. Si a ello agregamos los efectos de la reforma laboral y los de la crisis que desde hace muchos años golpea al país (desempleo, violencia, inseguridad, corrupción, impunidad, etc.), entenderemos la situación actual de nuestra ciudad.
Esta nueva situación está íntimamente relacionada con la aplicación de las llamadas reformas estructurales, medidas que forman parte de la imposición de la política neoliberal y que beneficia a los grandes empresarios, a quienes hace más ricos, y perjudica al pueblo y a los trabajadores del campo y la ciudad, a quienes empobrece, situación de la que no escapa Salamanca.
No obstante lo anterior, quienes son en gran parte responsables de esta situación, líderes sindicales y políticos corruptos, apoyados por algunos ciudadanos desinformados o enajenados, nos convocan a celebrar algo que prácticamente ha desaparecido y está pasando a pasos agigantados a manos privadas, en buena parte extranjeras: la expropiación del petróleo y la creación de la industria petrolera nacional.
Y así como Salamanca, todas las ciudades petroleras y el país entero padecen un entorno en el que además de agravarse las condiciones del medio socioeconómico y cultural, las del
medio físico del ambiente también se agudizarán, porque a los nuevos propietarios de la industria otrora nacional solamente les interesa la ganancia.
Por ello es urgente que quienes vivimos en esta ciudad encontremos la manera de vincularnos y articularnos para contribuir en alguna medida a cambiar el actual estado de cosas, como un camino para aspirar a una vida digna y en paz.