Derrotismo
Las elecciones que recientemente se llevaron a cabo en cuatro estados de la república dejaron en buena parte de la población un sentimiento de frustración y derrota.
Y es que con un sistema electoral diseñado a modo de quienes detentan el poder, los que siempre han ganado; repleto de una serie de vicios, viejas y nuevas prácticas que violan la legalidad desde arriba establecida, con resquicios legales premeditados que les sirven para legitimar el fraude, combinado lo anterior con la desunión y desorganización de la sociedad, provocada en gran medida por el empobrecimiento de una mayoría cuyo interés se centra en resolver sus necesidades primarias, de las que el grupo en el poder se aprovecha para mantenerlas electoralmente secuestradas; con todo ello no podría esperarse un resultado distinto del que se dio, mismo que históricamente han arrojado las elecciones en el país.
La creación de ese ambiente de derrotismo y frustración tiene como objetivo conducir a la mayoría de la población al desánimo, al conformismo y a la aceptación de un estado de cosas que ante la imposibilidad de cambiarlo, lo razonable es, nos proponen de diferentes formas, colaborar con él y realizar los esfuerzos individuales que el poder permita para mitigar parcialmente los efectos de la situación en que nos tienen.
Esa aceptación es fundamental para quienes detentan el poder porque a partir de ella también se aceptará que siempre han existido la desigualdad, ricos y pobres, explotados y explotadores, incluidos y excluidos, poderosos y débiles, quienes mandan y quienes obedecen, clases sociales, etc., y que así será siempre.
En la medida que ese pensamiento, como una forma de concebir la realidad, incuba en la mayoría de la población, disminuyen las dificultades del grupo dominante para ejercer su poder. Por ello evitan que el pueblo se eduque y por todos los medios intentan destruir las culturas originarias e imponer la “occidental”; desvirtúan y ocultan que la lucha de clases existe desde el surgimiento mismo de las clases y de la visión del mundo que ellos sostienen, y que tal lucha terminará únicamente cuando cesen la desigualdad y la explotación del ser humano y la naturaleza; cuando los que mandan, obedezcan la voluntad de la mayoría y cuando el pueblo participe de una manera realmente democrática en las decisiones fundamentales para la buena marcha del país.
El ambiente de derrotismo, frustración, desilusión, desesperanza y desánimo en que está sumido el país es el propicio para el surgimiento y proliferación de conductas antisociales que atentan incluso contra la integridad física y social de nuestro pueblo. Y esas prácticas se dan no solamente en lo que se ha dado en llamar el “crimen organizado”, sino en grupos quizá más organizados y tan criminales como aquel, que se forman en algunos estratos del gobierno y la iniciativa privada, los que con sus acciones dañan seriamente las condiciones de vida de la mayoría del pueblo mexicano, degradan sistemáticamente el medioambiente y destruyen las bases del desarrollo nacional.
Mientras detente el poder y domine el país ese pequeñísimo sector de la población conformado por la oligarquía y sus personeros (entre estos últimos, las cúpulas de los partidos políticos electoreros y la burocracia sindical), la solución a los más graves problemas que padecemos será una ilusión que se irá alejando cada vez más de nosotros, como se confirma a través de nuestra historia y con creces lo han reafirmado los neoliberales en estos últimos 35 años.
Sin embargo, también la historia también nos muestra que el pueblo mexicano, quizá en situaciones más adversas que la actual, ha sido el principal protagonista para superarlas; las revoluciones de independencia, la reforma y la de 1910-1917, además de la gesta que significó la expropiación y nacionalización de la industria petrolera en 1938, son ejemplos de lo que somos capaces como pueblo.
Y si bien es cierto que un grupo muy pequeño de la sociedad es el que hasta ahora ha sido el mayor beneficiado de los esfuerzos y sacrificios del pueblo y ha revertido no pocas conquistas populares, como ha sucedido con las “reformas estructurales”, por poner un ejemplo, no es una fatalidad que por haber sido las cosas de esa manera, serán siempre así.
Acudamos a la historia y analicemos las condiciones prevalecientes en aquellos memorables momentos. Veremos que la desorganización y una fuerte influencia de las ideas del grupo dominante han sido, entre otras, causas por las que el pueblo continúa con grandes rezagos.
Por ello, creemos, la solución definitiva de nuestros problemas transitará por las vías de la organización popular y por aquella que nos libre del dominio ideológico, al cual deberemos combatir si realmente aspiramos a una vida digna. Para ello debemos contar con una visión de la realidad elaborada desde abajo y con nuestro pensamiento, y la decisión de ser dueños de nuestro futuro.