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ETERNA JORNADA

Por Alberto Reyna García

ANTE LA EMBESTIDA NEOLIBERAL EN CONTRA DE LOS TRABAJADORES: UNIDAD DE LA CLASE OBRERA

(Segunda parte)

 

En este tiempo la unidad sindical es un aspecto medular en el movimiento obrero de México, es un factor fundamental para conquistar los objetivos de la clase obrera y en todas las circunstancias es una tarea de primer orden.

La organización sindical en México, como en todos los países del mundo, es el resultado del desarrollo de la economía y particularmente del desarrollo de la industria, así el movimiento obrero de nuestro país como el de todas las regiones del mundo, ha pasado por diversas etapas, como también sus luchas.

Aun cuando es un esquema de los procesos de organización y lucha de la clase obrera mexicana, no es posible señalar todos los hechos de importancia ocurridos a finales del siglo XIX y a lo largo del XX, desde la creación de la primera central sindical nacional se puede decir, no obstante, que las características principales de tal desarrollo -de acuerdo a las formas de la lucha de clases utilizadas frente a la clase dominante-, son las siguientes:

Ø La que se dio en base a ligas de resistencia, la etapa de organización sindical influida por las ideas anarquistas.

Ø La etapa en que estuvo bajo la dirección del primer secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), quién aplicó los principios del sindicalismo revolucionario, etapa esta donde la mayoría de las huelgas fueron ganadas por los trabajadores.

Ø La etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial en que se inició la división y sentó sus reales el reformismo, la corrupción, el oportunismo y el corporativismo al entonces partido de Estado (PRI).

Ø La etapa actual, en que sin haber solucionado estos problemas el sindicalismo enfrenta al neoliberalismo.

La primera etapa es la del nacimiento de las primeras organizaciones sindicales de finales del siglo XIX, cuya lucha se reducía a exigencias de carácter puramente económico en medio de una feroz represión.

La segunda, con la creación de la primera central sindical, la Confederación Regional de Obreros Mexicanos (CROM), la cual quedó constituida en 1918 y estaba influenciada por las tesis anarcosindicalistas. Era la época inicial de la Revolución Mexicana victoriosa. En aquel momento las fuerzas productivas del país eran débiles y la economía nacional entraba apenas en un periodo de reconstrucción; pasados los cinco dramáticos años de la lucha armada. La reforma agraria comenzaba con titubeos, oscilando entre la tesis de dar la tierra a los peones agrícolas en pequeñas extensiones para que con su producto aumentaran su jornal, y la doctrina de que era necesario abolir para siempre el peonaje, transformando a las masas rurales en fuerzas de producción independientes (ejido).

La tercera etapa, con la fundación de la segunda gran central sindical, la CTM, en 1936, se mantuvo unida, militante y con clara ideología proletaria hasta los últimos años de la administración del presidente Ávila Camacho. Ese periodo correspondía ya al avance franco de las fuerzas productivas, con el surgimiento de la industria nacionalista, fruto de la reforma agraria impulsada como nunca por el presidente Lázaro Cárdenas. Las obras de irrigación, las carreteras modernas, la nacionalización del petróleo y de los ferrocarriles, la producción estatal de energía eléctrica, el crédito agrícola, el seguro social, la educación técnica y la ampliación de los servicios sanitarios, hicieron posible que la clase obrera unificada desempeñara un papel importantísimo, por primera vez, no sólo en la elevación del nivel de vida de las mayorías, sino también en el progreso económico independiente de México.

La cuarta etapa se caracteriza por la división del movimiento obrero, desde la administración de Miguel Alemán, que ha subsistido hasta hoy. Lo grave no es sólo que la clase trabajadora haya perdido muchas de sus conquistas tanto en el aspecto económico como en el orden jurídico y político, sino que dejó de ser el motor de las fuerzas populares.

Abandonó su trascendental papel de vanguardia del movimiento revolucionario, renunció al prestigio conquistado legítimamente en años anteriores ante el movimiento obrero mundial y se convirtió en numerosas fracciones dispersas y antagónicas, cuyos dirigentes en buena proporción sólo buscan ocupar cargos públicos o lograr privilegios personales sometiéndose incondicionalmente a las indicaciones del gobierno.

Pero hay algo más grave todavía: la división y las disputas entre los líderes por mantenerse en la dirección sindical para adquirir o no perder sus prerrogativas individuales, abrió las puertas a la corrupción desterrando la democracia sindical y olvidando los principios del proletariado.

Todo esto en un periodo en que el desarrollo de la economía nacional había colocado a México en el umbral de la era francamente capitalista.

La quinta etapa, corresponde al inicio de la aplicación del proyecto neoliberal, al desmantelamiento del Estado surgido de la Revolución de 1910, a la desnacionalización de la economía y mayor dependencia del exterior, a la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, a la ampliación de la pobreza a más de la mitad de la población mexicana, al desempleo masivo y a la caricaturización de la democracia burguesa, todo esto casi sin la resistencia del proletariado salvo contadas excepciones de algunos sindicatos y en etapas muy breves.

Los neoliberales por su lado están tratando de conformar nuevas organizaciones sindicales y centrales es decir, alentando todavía una división mayor bajo el pretexto de crear un “nuevo sindicalismo”, señalando como enemigo principal el corporativismo, sin ningún indicio que permita vislumbrar su preocupación por que el proletariado adquiera consciencia de clase y del cumplimiento de sus objetivos históricos.

La Constitución de 1917 incorporó, en el artículo 27, el principio de la propiedad originaria de la Nación, que ciñe la propiedad privada a la categoría de concesión otorgada por el Estado y lo faculta para dar a la misma propiedad en cualquier momento las modalidades que dicte el interés público.

El Estado mexicano, en consecuencia, en su calidad de representación jurídica de la Nación, adquirió el carácter de titular de la propiedad originaria. Según la concepción liberal esta función en modo alguno compete al Estado.

Por eso el nuestro rompió con un principio medular del liberalismo económico, que establece que la propiedad es un derecho natural a la persona humana. Quebrantó el principio del derecho romano, de “usar, disfrutar y abusar” de la propiedad. Estableció el derecho de propiedad como una facultad de la nación y creó así las bases jurídicas para romper la dependencia económica.

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