Por: Oscar Alzaga*
En los últimos meses del sexenio de Peña Nieto la mayoría de las centrales y sindicatos nacionales afiliados al PRI y subordinados a sus gobiernos, jugaron sus últimas cartas al obtener las “tomas de nota” por 6 años más, expedidas por la Secretaría del Trabajo, como una especie de salvoconducto de impunidad, para “brincar” el sexenio de AMLO.
Pero no sirvieron esos viejos recursos ante el enorme y grave cúmulo de acusaciones en contra de esos dirigentes, antes protegidos por el PRI y también por el PAN de 2000 a 2012.
Por eso algunos prefirieron renunciar al PRI, como Joel Ayala, que hizo renunciar a la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), como si fuera su propiedad, y otros declaran su lealtad a AMLO, como la SNTE, para sentirse a salvo.
Aceves del Olmo anunció su renuncia por motivos de salud, pero los dirigentes de la CTM del “segundo piso” en coro le pidieron que no lo hiciera, pues le ven tantos méritos que lo quieren vitalicio. Aunque en las bases de la CTM haya inseguridad y deserciones a la vista.
Al despeñarse el PRI, al 3er lugar electoral de 2018 y el 5º lugar en Baja California de 2019, arrastró a sus sectores obrero, popular y campesino, y se exhibe de bulto la dependencia y subordinación de esas centrales y sindicatos al PRI y gobiernos. No actuaban por capacidad y méritos propios sino por dependencia y protección de “arriba”. Y si esos gobiernos y partidos como neoliberales defendieron a los grandes empresarios, tocaba entonces a las centrales y sindicatos repetirlos y ponerse al servicio de los empresarios y, de paso, poner los contratos colectivos a disposición de los patrones.
La larga descomposición del sistema político neoliberal llega a su crisis con el Pacto por México de 2012, con la “alianza” del PRI-PAN y PRD al servicio empresarial, culminando la traición a la Revolución de 1910, a la Constitución de 1917 y a la obra cardenista de 1934 a 1940; se llegó a la liquidación total y privatización a las empresas públicas, de la educación pública, la Seguridad Social y la soberanía nacional.
El sexenio de Peña Nieto llegó al extremo del festín neoliberal, las elecciones de 2018 fueron una “cruda” de los aliados y 2019 su despeñadero, arrastrando a las centrales y sindicatos que el PAN y PRD no tuvieron.
A río revuelto, el sindicalismo patronal creció como nunca de 1982 a 2018. Connotados oligarcas formaron sus propios sindicatos blancos: los Grupos México, Peñoles, Altos Hornos y otros. A las empresas extranjeras y maquiladoras les pusieron el menú a la carta y obtuvieron contratos colectivos de protección patronal con sindicatos ad hoc.
En 1928 cayó de la gloria la CROM con la muerte de Obregón; al dirigente Morones lo excluyeron del PNR que nació en 1929, y vino el desmoronamiento y deserción de sindicatos de la CROM, favoreciendo el cambio impulsado en 1935 por Cárdenas. Toca ahora el despeñadero y decadencia del PRI y su sindicalismo. Apuntan serias reclamaciones a líderes de ferrocarriles, sindicato de CFE y otros casos.
La renuncia del petrolero Carlos Romero Deschamps, el 16 de agosto de 2019, se presenta en este marco, pero con denuncias más graves. Esa mañana AMLO le advirtió que tendría que decidir cómo enfrentar los cargos: si desde la dirección sindical o desde fuera con su renuncia. Por la tarde la presentó. Lo importante de lo dicho por AMLO fue cuando le preguntaron: ¿usted nombrará al sucesor sindical? La respuesta fue: “No, serán los propios petroleros”. Esos casos serían impensables en los sexenios pasados.
Pero pocos casos han sido en los que los propios trabajadores tomen la decisión de cambiar a sus líderes, los que desde hace años no querían y que abran procesos democráticos, como ocurrió en el Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF) y con Bomberos. O en los que emprenden la creación de nuevas centrales y sindicatos que sean independientes de partidos, gobiernos y patrones.
Como ocurre con la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT), encabezada por el Senador Napoleón Gómez Urrutia, que crece sin freno, coincidiendo con la Cuarta Transformación, sin subordinación al gobierno ni a Morena.
En el gobierno de Miguel Alemán nació el modelo sindical del charrismo, con el uso indiscriminado de la violencia y el ejército, para destituir direcciones sindicales independientes: petroleros en 1946 y 1949; textiles en 1947, ferrocarrileros y la CUT en 1948; el magisterio en 1949; mineros en 1951, la ANDA y telefonistas en 1950; azucareros y otros en 1952. La CROC nace en 1952 bajo el PRI. La CTM en 1947 se declara anticomunista y solo acepta la ideología del PRI, expulsando a todos los que no sean del PRI, incluido Lombardo, su fundador, pues mientras él hacía política nacional e internacional, Fidel Velázquez y sus lobitos se apoderaban de las federaciones y organización de la CTM.
Aun así, la empresa pública crece en los 60 y 70, igual que la educación pública, la seguridad social, contratos colectivos, los derechos laborales, utilidades y vivienda. Antidemocrática y anticomunista, la CTM no era neoliberal. La CTM se opuso a privatizar Pemex, CFE y la reforma laboral de Salinas, hasta que el PRI la arrastró a apoyar la reforma de 2012 y a proponer la reforma de 2017, la peor de la historia.
La gran lección que deja el PRI es que los sindicatos subordinados a los partidos, patrones y gobiernos fueron derrotados.
¿Cuánto tiempo durarán los oportunistas que saltan de un gobierno a otro?
Hasta que los trabajadores lo permitan. Ellos son o deben ser los únicos titulares de sus organizaciones, así están diseñadas en la Constitución. Solo así podrán ser democráticas e independientes.
*Abogado miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.
La 4T del FMI. Ese organismo de ultraderecha es quien influye totalmente el manejo de la economía, tiene fama de recesivo.