Repensar paliativos
Por: Alfonso Díaz Rey
Ya que como humanidad no hemos sido capaces de prever y actuar consecuentemente para evitar que la producción y reproducción de los medios, necesarios y superfluos, para nuestra existencia generen impactos adversos que a la postre se han convertido en un peligro para muchas formas de vida en el planeta, incluida la nuestra. Debemos ahora, con urgencia, encontrar la manera de mitigar los efectos de esos impactos, de modo que los daños que ocasionen sean «mínimos», además de aprender a vivir con ellos.
Sin embargo, hasta en esa triste y dramática condición en que nos encontramos, ha sido imposible llegar a acuerdos que hagan menos dolorosa la factura que la naturaleza nos está cobrando por haber infringido sus leyes, que ya conocíamos, pero han sido supeditadas a poderosos intereses económicos.
La crisis ecológica que se vive a escala planetaria, una de cuyas manifestaciones más agresivas es el cambio climático, la que asociada a las económicas, sociales, políticas y de otro tipo, conforman en conjunto una crisis civilizatoria, una a la que solamente podremos sobrevivir mediante una drástica transformación de la sociedad.
Hemos visto que a lo largo de 25 años de reuniones de representantes de gobiernos y grandes corporaciones industriales y financieras los resultados han sido sumamente escasos e ineficaces para resolver los problemas medioambientales que nos han llevado a un punto tal que, paradójicamente, lo que hacemos para alcanzar o mantener el «desarrollo» produce efectos peligrosos que atentan contra la existencia de nuestra especie y de otras formas de vida.
En esas reuniones se han desoído las advertencias de la comunidad científica, además del clamor de sectores de la población que desde hace mucho tiempo padecen los efectos del cambio climático, la contaminación, la deforestación, la desertificación, la acidificación y el incremento del nivel de los océanos, los eventos meteorológicos extremos, la desaparición de glaciares y hielos polares, la disminución de la biodiversidad, entre otras afectaciones.
Nos llaman a reciclar, reutilizar, reducir, a cambiar hábitos alimenticios, al uso masivo de la bicicleta como medio de transporte y a emprender otras tareas en el ámbito individual para reducir los impactos de nuestras acciones sobre el medioambiente; sin embargo, por otro lado, el modo de producción y las relaciones derivadas de él siguen siendo las mismas, que al preservar las cuantiosas ganancias para los propietarios de esos medios, han generado los graves problemas medioambientales y el peligro enorme de sus efectos.
Así, por un lado se convoca a que con acciones individuales «salvemos el planeta», al mismo tiempo que la propaganda con su tremenda carga ideológica pretende que carguemos, a título personal, con la responsabilidad por la crisis ambiental; mientras que, por otro lado, los monopolios transnacionales continúan produciendo e induciendo al consumo de los bienes cuya elaboración es la causante de esa crisis.
Son de suma importancia las acciones que a nivel personal emprendamos para el cuidado del medioambiente; sin embargo, lo serían aún más las que realicemos colectivamente, sobre todo si tratamos de actuar sobre las causas de peso que nos han llevado a la situación actual.
Por lo anterior, la transformación de la sociedad a que aludimos solamente podrá darse con la participación consciente y organizada de la mayoría de sus miembros, los pueblos. Únicamente de esa manera podremos superar las crisis ambientales, sociales, políticas, económicas y de otro tipo que golpean fundamentalmente a quienes somos parte de esos pueblos; y así, aspirar a un mejor mundo en el cual vivir.