Crisis, crecimiento y desarrollo. Una reflexión
Por: Alfonso Díaz Rey
La producción, fuente del bienestar común, será más fecunda cuando los productores mismos puedan organizarla, multiplicando su rendimiento en beneficio colectivo. Conviene para ello educar los hábitos de cooperación en los hombres, en los gremios, en las comunas, en los pueblos, en la humanidad.
(Las fuerzas morales – José Ingenieros)
El clamor de la burguesía por la necesidad de rescatar sus empresas para reactivar la economía se ha extendido por todo el mundo capitalista, a tal grado que se corre el peligro de agudizar los mortales efectos de la pandemia que actualmente flagela al mundo.
En una crisis, la principal preocupación de los sectores sociales dominantes es acerca de las formas de cómo mantener su poder, ganancias y privilegios. Por todos los medios buscan que los gobiernos acudan a su rescate y que los costos de la crisis se carguen a los pueblos, como ha sido siempre.
En sus «análisis» económicos, los medios de información, la mayoría propiedad de esos grupos dominantes, resaltan la caída del producto interno bruto (PIB), como un efecto catastrófico de la crisis, por lo que la reactivación económica es un aspecto vital para la superación de los problemas.
El PIB es un indicador del crecimiento en términos económicos y, por tanto, de la generación de riqueza, ya sea en una actividad, una empresa, una región o un país, riqueza que es producto del trabajo humano; sin embargo, independientemente de su valor relativo o absoluto, ese indicador no revela la manera en que tal riqueza se distribuye ni cómo el crecimiento económico se refleja en quienes lo hacen posible: los trabajadores manuales e intelectuales de los diferentes sectores económicos.
Otro efecto importante de las crisis es la pérdida de empleos, la mayor parte vía despidos, cuyos impactos son especialmente graves sobre quienes para poder subsistir deben vender su fuerza de trabajo; además, en tiempos de crisis, el despido de trabajadores forma parte de las tácticas del capital para mitigar la caída de sus ganancias.
La defensa del empleo es uno de los argumentos empleados por los grupos dominantes para, en aparente apoyo a los trabajadores, exigir al Estado que en primera instancia atienda la recuperación económica, lo que implica la implementación de medidas que pongan a salvo sus propiedades e intereses. Lo que en el fondo demandan es que se creen las condiciones para seguir explotando el trabajo asalariado y de ese modo acrecentar sus riquezas y su dominio.
La prioridad para esos grupos es el crecimiento económico. Lo ponen como una condición para que la toda la sociedad pueda tener acceso al desarrollo, lo que hasta el momento no ha sido más que una ilusión, pues la realidad nos muestra que, tanto al interior de los países capitalistas como a nivel internacional, la desigualdad, en lugar de reducirse se ha ampliado y el crecimiento económico favorece solamente a los dueños del gran capital y, en mucho menor medida, a sus leales sirvientes.
Ello ha sido posible porque su dominio, además de económico y político, es también ideológico. Sus concepciones sobre la vida y la realidad nos las han impuesto por diversas vías, lo que significa que buena parte de las acciones que la sociedad emprende para transformar sus cada vez más deterioradas condiciones de vida, se realizan desde concepciones alejadas de su realidad y, en el mejor de los escenarios, se logran algunas migajas que en nada alivian su situación y fortalecen el dominio de las élites dominantes. Parte de ese dominio ideológico es la identificación del desarrollo con el crecimiento económico.
Ha sido el caso del Estado benefactor. Las concesiones hacia los sectores sociales dominados, por demás desiguales e inequitativas, se mantuvieron hasta que, al fin capitalismo, la caída de las tasas de ganancia del sistema demandó el fin de tales concesiones y, además, los despojó de bienes públicos y arrasó con la naturaleza; todo ello con el objetivo de recuperar sus ganancias y afinar los mecanismos de reproducción del sistema y el control sobre los pueblos.
Las mineras destruyen bosques, selvas, pueblos y economías locales de México
Ello demuestra que el desarrollo de los pueblos no necesariamente está asociado al crecimiento económico, sino a la forma en que se organice la economía, de lo que dependerán todas las políticas sociales, y de todo tipo, del Estado.
Si la economía se organiza con base en la propiedad privada de los medios de producción fundamentales, queda claro a quien favorecerán tales políticas; en este caso, con o sin crecimiento económico, la élite económica gana (un claro ejemplo es el hecho que de mediados de marzo a mediados de mayo del presente año, los multimillonarios en Estados Unidos incrementaron sus fortunas en 434 mil millones de dólares; en el mismo lapso, 38.6 millones de trabajadores perdieron sus empleos [1]). De otra manera, si la economía se organiza para atender las necesidades en cuanto a una vida digna de la mayoría de la población, las políticas del Estado tendrán como prioridad y eje de su acción a esa mayoría.
Nuestro futuro en gran medida dependerá de la manera en que como humanidad organicemos la economía. Por un lado, está la continuación del capitalismo y la agudización de los problemas que este tipo de organización económica, política y social ha generado a la humanidad, al grado de ponerla en peligro de extinción junto con otras formas de vida en el planeta. Por otro, está la necesidad y posibilidad de construir un mejor mundo en el que la vida, su dignificación y preservación sostenible sean el eje que permita el verdadero desarrollo de la humanidad.
Pareciera que la elección no es difícil, sin embargo requiere de conciencia, unidad, organización y participación de quienes conformamos la mayoría.
Salamanca, Gto., 07 de junio de 2020
[1] Periódico La Jornada. Lunes 25 de mayo de 2020, p. 23.
El primer ministro de Canadá es de los pocos en aplicar medidas eficaces contra la pandemia covid 19 destinando solo el 1% de su presupuesto y ahorro de ese país : apoyos millonarios a los laboratorios internacionales para obtener una pronta vacuna, su población en cuarentena reciben apoyo: para rentas de casa , servicios hospitalarios gratuitos en instituciones privadas de lujo, alimentacion gratuita , mil dolares mensuales por cada integrante de familia , suspensión de pagos de créditos durante un año sin intereses, creditos por dos años del consumo de gasolina; agua potable, electricidad y gas gratuitos durante un año, internet y telefono gratuito durante un año, al terminar la cuarentena tienen prepagada vacaciones familiares por diez días en cualquier lugar de Canadá, etc.. Justin Trudeau (se pronuncia Trudo) es un joven primer ministro honesto. Los políticos mexicanos no lo estiman porque lo consideran un mal ejemplo para nuestra población al comparar la calidad de vida y honestidad de los canadienses y sus politicos.
COMO DICE EL DR. KISSINGER : «Los políticos mexicanos muy pronto dejarán a su país en la edad de piedra» .