Tiempos de nuevos vientos y de construir
Por: Oscar Alzaga*
Hay quienes se empeñan en volver al pasado, al neoliberalismo, a ser los privilegiados, a evadir impuestos y obligaciones, a medrar con la corrupción, a simular la justicia, a reducir el presupuesto social de educación y salud, adelgazar el Estado, a reducir salarios y seguir con contratos de protección patronal y cero huelgas, volver a los fraudes electorales y las alianzas del PAN y PRI, para servir a su majestad la oligarquía. La que nunca da la cara, pero maneja a los que si la dan y les paga: cámaras patronales, medios, partidos y grupos clase media dispuestos a gritar en las calles, pero en vehículos.
El PRI quiere volver al pasado inmediato. No a la Revolución del 1910, ni a la Constitución del 1917, menos al cardenismo de 1934-40. Porque abrazó el neoliberalismo del Consenso de Washington y traicionó sus principios, ideales, historia y pueblo; arrastrando entre 1982 y 2018 a los sindicatos afiliados: CTM, CROC, CNOP y la mayoría de los nacionales. Incluso con Fidel Velázquez en contra, que se opuso a las privatizaciones de Pemex y CFE en los años 90.
El PAN nació en pañales de la derecha y la patronal de Monterrey, como los sindicatos blancos, contra el Gobierno de Cárdenas en 1939 y su obra, que expropia la industria petrolera y la ferrocarrilera, crea la CFE y fortalece el Estado Social, apoya la formación de sindicatos y la creación de buenos contratos colectivos. Apoya las cooperativas ante la crisis del 1929 que cerró muchas empresas privadas. El PAN no ocultaba su política pro-oligarca y pro-yanqui. Pero en sus filas había militantes honestos que criticaban la corrupción de Alemán, Díaz Ordaz, Salinas y otros. Con Fox y Calderón hasta eso perdieron.
Resulta evidente que ellos y algunos más preparan su regreso en tres posibles tiempos: 2021, 2024 o antes, si desestabilizan al gobierno de AMLO, pero con apoyo social. Bien saben ellos que López Obrador cuenta con un amplio apoyo social (aún no organizado ni unificado). Mientras, Morena sigue en pugnas internas y la mayoría de los trabajadores sigue bajo el viejo control sindical. Sin que se haga nada.
Es cierto que el actual gobierno ha logrado cambios notables en salarios, corrupción y otros temas. Pero también varias promesas aún no las cumple: la libertad sindical, sustituir los outsourcing por empresas responsables, salvar las pensiones, son medidas a favor de las y los trabajadores. Erradicar la violencia familiar y castigar el feminicidio hasta acabarlo, contribuir decididamente a la igualdad de géneros, combatir el racismo, entre otros. Y restaurar el país dañado por la Covid-19, en empleo, salarios e ingresos a los trabajadores informales.
En efecto, la cuestión será cual es la fuerza política que cuente con el apoyo de la mayoría de la población activa y dispuesta a luchar, cuando lleguen los tiempos de la gran decisión nacional: el pasado de la minoría o el futuro de la democracia mayoritaria. Ello debe ser en 2021, por varias razones.
Porque estamos apenas a un año de las elecciones de 2021, digamos que saliendo de la crisis sanitaria y entrando a una aguda crisis económica y de empleo, que reclama una alternativa cierta. Porque tres años es tiempo suficiente para demostrar a la opinión pública que está en marcha el cambio y la paz para construir el México nuevo.
La mayoría debe participar activamente, con fuerza y unidad, estar preparada para distinguir entre la verdad cierta y la verdad a medias o las mentiras y viles agresiones. Tener claro un plan y programa para construir el cambio social, democrático y con pasos firmes.
¿Y quiénes representan la mayoría activa y dispuesta a luchar hoy?
Sin la menor duda son las y los trabajadores, pero aún siguen sin organizarse y unificarse los que están en la economía formal y la informal. El PRI dejó un desastre y el control sindical en el 2000, que el PAN no quiso cambiar, al contrario, liquidó a los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro y fortaleció los contratos de protección patronal. Peña llevó al despeñadero a los sindicatos, las huelgas y los derechos sociales y laborales.
El cambio y la libertad sindical deben ser tarea de los trabajadores, pero el saldo de 36 años reclama el apoyo oficial y de las fuerzas sociales y políticas para lograrlo. Porque hoy la libertad sindical sigue siendo una promesa, que la reforma laboral de 2019 demuestra que no fue suficiente, porque debe ser acompañada del acceso de los trabajadores a la justicia laboral. No se puede imaginar la libertad sindical con las Juntas de Conciliación sin cambios como hoy están.
Aprendamos de la historia nacional: desde su campaña presidencial Lázaro Cárdenas llamó a los trabajadores a organizarse en sindicatos libres e independientes; siendo presidente insistió en que, con apego a la Ley y la Constitución, los trabajadores hicieran valer sus derechos e intereses; apoyó las huelgas y negociaciones colectivas; impulsó las cooperativas en empresas cerradas, logrando un crecimiento de 300 mil sindicalizados a 900 mil en 6 años y el mayor número de huelgas de la historia de 1935, 36, 37 y 38. Como nunca crecen las cooperativas y la economía social, junto con la reforma agraria.
Urge que el gobierno y la Secretaría del Trabajo impulsen que la libertad sindical sea una realidad: difundir y publicitar qué es y cómo se logra, apegados a la Ley y Constitución; que Morena y los partidos democráticos y de izquierda se vinculen con las y los trabajadores, para que desde abajo y por ellos se impulsen sindicatos nuevos. No para repetir la historia sino para recrearla en los tiempos de hoy.
La sociedad civil tiene la responsabilidad para la toma de conciencia e impulsar los cambios necesarios en el gobierno, en la Secretaria del Trabajo y en los partidarios de la democracia.
*Abogado miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.