Por: Alfonso Díaz Rey
Tan acostumbrados estaban los oligarcas (grandes empresarios y banqueros) en este país que, al no ser el eje del plan de recuperación económica para enfrentar la actual emergencia sanitaria y económica, recientemente dado a conocer, se sienten traicionados por el gobierno.
Ejercitemos un poco la memoria. Cuando en los inicios de la década de los ochenta del pasado siglo la banca privada estuvo a punto de quebrar, el gobierno de José López Portillo, en su último año (1982), la «nacionalizó» para rescatar a ese sufrido gremio, dejando en sus manos las compañías de seguros y las financieras para que continuaran con lo más rentable del negocio.
Después, Miguel De la Madrid (1982-1988), fue en su auxilio a través del Fideicomiso de Cobertura de Riesgos Cambiarios; además, les regresó la tercera parte de la banca que había sido nacionalizada. Quien le siguió, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), les entregó el resto de la banca, para que nuevamente la quebraran. El siguiente presidente, Ernesto Zedillo (1994-2000), mediante el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), «compró» la deuda de los banqueros, grandes empresarios e inversionistas, la que continuaremos pagando por algunas generaciones.
Con el Partido Acción Nacional y sus «gobiernos del cambio» no varió esa tendencia. Vicente Fox (2000-2006), llegó al rescate de los empresarios azucareros y promovió la extranjerización de la banca, sin pagar impuestos. Felipe Calderón (2006-2012), llegó al rescate de banqueros y grandes empresarios con motivo de la crisis de 2008-2009.
Con el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto (2012-2018) les permitió todo tipo de trapacerías para incrementar sus ganancias.
El balance final de ese vínculo entre oligarcas y gobierno fue siempre en exceso favorable a los primeros, con los costos transferidos al pueblo.
Ahora, cuando la crisis sanitaria originada por la pandemia del Covid-19 ha catalizado la crisis económica que asomaba desde dos años antes, los sempiternos ganadores esperaban que el nuevo gobierno acudiese a las fórmulas acostumbradas para salvaguardar sus intereses y pertenencias: estímulos y exenciones fiscales, devolución de impuestos, «negocios» con el gobierno, concesiones, etc. Pero no fue así.
Ahora se sienten decepcionados porque sus propuestas para cuidar la salud y el empleo fueron desestimadas, no obstante, según ellos, ser las adecuadas para el país, como lo han sido desde que como grupo social hegemónico detentan el poder económico.
El hecho de que 15 grandes consorcios adeuden al fisco 50 mil millones de pesos revela en parte el porqué de su decepción y la exigencia e interés por ser rescatados: esa cantidad de dinero se convertiría en una ganancia adicional, en perjuicio de la nación.
El actual plan de recuperación económica, en palabras del presidente López Obrador, “[…] no se ajusta al modelo neoliberal, al neoporfirismo; nada nos hará regresar al pasado, y es por lo que votaron millones de mexicanos; hay una lección que no olvidamos: un modelo económico que sólo beneficia a minorías no produce bienestar general; al contrario, engendra miseria pública y violencia. Se acabaron los beneficios para unos cuantos. Primero el bienestar general y después, lo mismo; jamás los privilegios, la corrupción, el saqueo y la impunidad”.
La actitud de la oligarquía es de desvergüenza. Son los mismos que, autocalificándose de nacionalistas y defensores del empleo, mantienen cuentas por cerca de 76 mil millones de dólares, en bancos y financieras, solamente en Estados Unidos. Faltaría conocer la cantidad de dinero que han enviado a los llamados paraísos fiscales.
Queda claro que entre esa gente no están pequeños y medianos empresarios, que con múltiples dificultades mantienen sus empresas, mucho menos los trabajadores, que mediante su labor manual o intelectual, en el campo o la ciudad, son quienes producen la riqueza, cuya mayor parte, por las leyes del sistema, va a las arcas de esa oligarquía.
Ellos, acostumbrados a proteger sus ganancias, las envían al extranjero. Y en tiempos de crisis suprimen empleos para no verlas disminuidas; pero, eso sí, exigen y extienden la mano para ser rescatados mediante todo tipo de apoyos, con cargo a la nación.
Como todo grupo social, aun siendo hegemónico no es homogéneo. Entre ellos existen contradicciones de carácter secundario, lo que, en defensa de sus intereses individuales, los lleva a establecer acuerdos con el gobierno, o apoyar ciertas medidas de este, que les permiten conservar, y en ocasiones acrecentar, su cuota de poder y privilegios; otros, al ver que algunas cosas ya no son como antes, además de exigir el trato privilegiado, amenazan y conspiran abiertamente para deshacerse del actual gobierno, tergiversan la libertad de expresión y más ahora que existe la revocación de mandato. No obstante, cuando peligran como clase no dudan en cerrar filas, cosa que siempre hay que tener presente.
Los grandes empresarios han visto las crisis como oportunidades para hacer negocio y aumentar sus ganancias; las soluciones para salir de ellas, desde la óptica capitalista, les han funcionado por un tiempo, porque son del tipo de hacer un hoyo para tapar otro, con lo que únicamente crean las condiciones para la siguiente crisis. Y, mientras, los trabajadores –y los pueblos en general- cargan con el mayor peso y los costos, quedando en cada ciclo en condiciones peores que el anterior.
Si la presente crisis se «resuelve» mediante medidas que favorezcan a los dueños del capital, seguiremos inmersos en el círculo vicioso que genera cada vez mayor desigualdad y mayor injusticia. Por ello es hora de que veamos la crisis como la oportunidad para dejar atrás siglos de dominio y opresión sobre las mayorías, por parte del minúsculo grupo social que detenta al poder económico.
Esta crisis presenta la oportunidad de sentar las bases para empezar la construcción de una nueva sociedad y un mejor país.
Para lograrlo, no existen recetas preconcebidas, iluminados ni varitas mágicas. Tendrá que ser una amplia labor colectiva y de abajo hacia arriba, en la que la acción consciente, la organización, la participación libre y realmente democrática, y la lucha contra las desviaciones, jugarán un papel decisivo; todo ello con el mayor respeto por el medioambiente y en armonía con la naturaleza.
Salamanca, Gto., 20 de mayo de 2020.
TAMBIEN SE TIENEN NOTICIAS BUENAS PARA SALAMANCA DESDE BERLIN, ALEMANIA. .-.-.- El Dr. Oli Speer en su columna del Der Spiegel , Germany (Alemania) sobre el sindicato petrolero mexicano lo resume: «El Líder petrolero mejor calificado es Fernando Pacheco Martínez, es el mejor. Exacto sus cualidades de mando son seriedad y buen trato». Las cosas como son.