Por: Oscar Alzaga*
Afirma la secretaria de Trabajo Luisa Alcalde que la subcontratación es como el colesterol: hay malo y bueno. Para Enrique Larios eso es tanto como decir que pueda haber esclavismo bueno y esclavismo malo. Para otras autoridades, como Santiago Nieto, la subcontratación debe cumplir las layes laborales, pero también de seguridad social, fiscal, etc. La subcontratación debe cumplir todas las normas de modo integral, no a medias ni al libre arbitrio patronal para aumentar ganancias. Porque el trabajo no es una mercancía, ya que tajantemente está prohibido en el mundo y en el país.
Además de los abusos patronales, ellos han creado “reglas” laborales tales como el empleo eventual, a como dé lugar, se justifique o no, que es ilegal; el salario mínimo lo aplican, se justifique o no, que es ilegal; usan la violencia del despido, pues la reforma laboral de 2012 destrozó la estabilidad en el empleo, y autorizó el libre despido del trabajador eventual, “sin responsabilidad alguna para el patrón”. Estos tres aspectos son bases permanentes de la subcontratación, y son suficientes para destrozar los derechos humanos básicos individuales y colectivos.
Los trabajadores de subcontratistas están condenados a no adquirir jamás la planta o la estabilidad y seguridad en el empleo, por lo tanto se les niega la base de los demás derechos laborales y sindicales. Uno básico: tener un proyecto de vida para ellos y sus familias. ¿Puede un trabajador proyectar la educación de sus hijos cuando está sujeto a un trabajo eventual, hoy si, mañana no y después, quién sabe? Además, con salarios de hambre y con la espada del despido arbitrario en la cabeza.
¿Qué inscripción al IMSS puede haber y al INFONAVIT; qué reparto de utilidades pueden tener? ¿Qué antigüedad pueden acumular para adquirir prestaciones y una pensión, bajo un trabajo eventual y la amenaza del despido?
Peor aún, si una empresa nacional o trasnacional se establece en México, puede recurrir a la subcontratación de la subcontratación, como hay miles de casos, así la empresa principal nacional o trasnacional declara tener dos o tres trabajadores –o de plano ninguno-, pero otra empresa, sin registro ni bienes propios, emplea a la mayoría de los trabajadores bajo esas tres condiciones, pero otra parte de obreros de labores de menor importancia puede ser empleada por la subcontratación de la subcontratación, sin la menor afectación ni relación legal con la empresa principal.
Estas “empresas” son meras simulaciones, ilegales por supuesto, las que no tienen ni responden con capitales y propiedades propias, ni cuentan con qué responder a los derechos humanos de los trabajadores que emplean. La institución simuladora de la edad media española sigue vigente: “obedézcase aunque no se cumpla”.
Pero también impiden a los trabajadores ejercer los derechos colectivos, y de facto los destrozan. Veamos: con las mismas tres armas patronales, con el trabajo eventual se impide la libre formación de sindicatos, la libre contratación colectiva y, por supuesto, la huelga. Nadie puede formar un sindicato con eventuales, menos con la amenaza del despido y su aplicación arbitraria “sin responsabilidad del patrón”. Lo que si existe son simulaciones sindicales de mero registro, realmente patronales y con Contratos Colectivos de Protección Patronal (si llegan a existir), los CCPP ya denunciados en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Esto es particularmente grave porque los sindicatos están concebidos por las leyes como la única defensa de los trabajadores, cuando son reales e independientes, por lo que se impide su propia defensa ante la patronal, los partidos, los gobiernos y autoridades, iglesias, etc., con el modelo sindical de la subcontratación. Perdiendo así sus derechos a la defensa propia, la auténtica organización y a los contratos colectivos de trabajo, que son la máxima garantía en prestaciones internas (en la empresa) y externas (en las instituciones sociales, educativas, de seguridad social, habitación e instituciones de justicia social y laboral).
Como se podrá advertir, es brutal el despojo de derechos e intereses al trabajo en esta modalidad empresarial, que tanto se defiende en las cámaras del Senado y de Diputados, pero sobre todo en los medios de comunicación y, en los hechos, en las relaciones cotidianas de trabajo entre patrones y sub-trabajadores.
Afirman los empresarios -a través de sus representantes y abogados- que la subcontratación es universal, que incluye a Europa, Canadá y Estados Unidos, pero omiten hablar de los salarios miserables mexicanos y los extranjeros; comparan la economía formal como sinónimo de legalidad con la economía informal, que llaman la ilegal, ubicándose ellos en la primera y comparan empresas con ambulantes.
Más aun, no dicen que ellos mismos son los defensores de las trasnacionales y de las peores prácticas de esas empresas, como en Taksid, filial de la Fiat, que cuando hay accidentes de trabajo llevan a los trabajadores a la Cruz Roja y no al IMSS, como debe ser, con la complicidad de la CTM Coahuila y su líder Tereso Medina. Y muchos más casos similares. Tampoco hablan de los sindicatos patronales como el Alberto Bailleres, que dirige el diputado Carlos Pavón Campos, que en Parlamento Abierto de Diputados no habló de la subcontratación el rato que estuvo y se ausentó el mayor tiempo el “representante de trabajadores”.
La aplastante mayoría de participaciones en los parlamentos abiertos en ambas cámaras fue de los empresarios, mostrando fuerza, organización y acuerdos para defender sus intereses, por más ilegítimos e ilegales, aunque declararon estar de acuerdo con el “outsourcing ilegal y su erradicación”, que pusieron al descubierto los representantes del gobierno federal, como Santiago Nieto, Zoé Robledo, Raquel Buenrostro y otros. O los senadores y algunos diputados.
Desde luego, al cuadro expuesto no son ajenos la enorme debilidad del sindicalismo nacional, la ausencia de la CTM en las cámaras, o que Tereso Medina defienda a la patronal, como el representante de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM) lo hizo en ambas cámaras, en la del Senado le contestó bien Germán Martínez, llamándolo a razonar lo expuesto. Un dato curioso fue que Baldenebro, el presidente de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, gritó en el acto “vivan los trabajadores” y “vivan los patrones”.
De igual modo se vuelve a escuchar en actos obreros, el de la CATEM del 17 de febrero de 2020, que reivindiquen el “tripartismo” y que grite su líder, Pedro Haces, “vivan los trabajadores” y “vivan los empresarios” quien antes se había definido como “soldado de AMLO”. El tripartismo fue una propuesta del PRI, desde el alemanismo hasta López Portillo, una alianza entre sindicatos del PRI, patrones y gobiernos del PRI; curiosamente solo la patronal era independiente. El costo de esa subordinación de los sindicatos al PRI hoy se está pagando con la mayor debilidad histórica de los sindicatos: cayó el PRI, con los fraudes primero y, hoy, en el tercer y quinto lugar en elecciones, arrasó con el tripartismo, sobre todo con la fuerza de los trabajadores.
En el mismo acto de la CATEM, con AMLO, se anunció la formación de un nuevo partido para el Senador Ricardo Monreal, el verdadero líder del proyecto tripartita de nuevo cuño, renovado en el olvido popular del fracaso que significó, que no fue otra cosa que un engaño a los trabajadores: todos unidos, patrones y trabajadores, pero unos debajo de la cubierta y otras arriba de ella, y todos juntos en el barco. Hoy, una oposición clave a la reglamentación de la subcontratación es la que presenta Monreal, encubierto en la defensa de los empresarios.
*Abogado, miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.