
Un río de fe llenó este martes las calles de Salamanca, cuando cientos de creyentes se unieron al recorrido solemne del Cristo Negro del Señor del Hospital, una de las imágenes más veneradas en la región. Con oraciones, cantos y lágrimas, los fieles acompañaron la emblemática figura por las principales vialidades del municipio, como muestra de devoción en esta Semana Santa.
El recorrido comenzó con una imagen conmovedora: la santa figura avanzando sobre un majestuoso tapete artesanal de 115 metros de largo por 2 de ancho, elaborado por el Colectivo La Catrina Salmantina. La alfombra, meticulosamente decorada con flores, el nombre de Salamanca, la imagen del Cristo Negro y bordes de manzanilla —planta que simboliza la purificación, la salud, la renovación espiritual y la buena fe— evocó la profundidad del fervor popular, entre símbolos cristianos y medicina tradicional que convergen en estas fechas sagradas.
Este año, el trayecto fue más extenso y cargado de emotividad. La procesión inició en la calle Revolución, continuó por Obregón, giró en Guerrero hasta llegar a Sánchez Torrado, para después seguir por Morelos, Zaragoza y regresar finalmente al Santuario Diocesano a través del Andador Revolución. Un detalle significativo marcó esta edición: por primera vez, la imagen no fue cargada por los feligreses, sino trasladada en un remolque, en una adaptación que no restó devoción, sino que permitió que más personas pudieran apreciarla en su camino.
Este 2025 se conmemoran 465 años desde la llegada del Cristo Negro a Salamanca. A lo largo de los años, la fe no ha hecho más que crecer, y se espera que en esta Semana Santa más de 130 mil personas visiten el Santuario Diocesano del Señor del Hospital, así como parroquias y templos de la Zona Centro del municipio, para rendir homenaje a esta imagen que ha trascendido generaciones.
El Cristo Negro no es solo una figura sagrada, sino un símbolo vivo de esperanza. Fue creado en 1543 en Pátzcuaro, Michoacán, con la técnica de caña de maíz, una tradición indígena que funde arte y espiritualidad. Llegó en 1560 a la antigua Xidoo —hoy Salamanca— y desde entonces ha sido testigo silencioso de la historia del pueblo salmantino, de sus dolores, sus plegarias y su gratitud. Se le atribuyen numerosos milagros y su presencia sigue convocando a miles que buscan consuelo, fe y redención.
La comunidad católica de Salamanca vive con profunda emoción este recorrido, que no solo es tradición, sino una manifestación de amor que se mantiene viva, año con año, con pasos de fe.