Capitalismo y medio ambiente
Por: Alfonso Díaz Rey
«… las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente.»
Fidel Castro. Cumbre de la Tierra. Río de Janeiro. 1992
Planeta Tierra
En tanto no se descubra un planeta al que sea posible trasladarse y vivir en él, esta pequeña «canica azul» será el hogar de todos: ricos y pobres, débiles y poderosos, creyentes, ateos y agnósticos, además de la aún vasta biodiversidad y una serie de condiciones que son el sustento de ese fenómeno conocido como vida.
Vivimos, como humanidad, una época en que padecemos las consecuencias de los daños causados a la naturaleza por la forma en que producimos una serie de bienes necesarios e innecesarios para nuestra subsistencia.
Sin embargo, la responsabilidad por esas consecuencias no es atribuible a todos los seres humanos en igual medida y, además, los mayores responsables son, por tener a su alcance los medios para paliarlos, quienes con menor intensidad padecen esos efectos adversos.
Ese modo de producción, el capitalismo, cuyo principal objetivo es la obtención de ganancia, genera por un lado, concentración de la riqueza socialmente producida en manos de un reducido sector de poseedores de los medios de producción y sus testaferros, especuladores y políticos corruptos; por el otro, la explotación y empobrecimiento de una enorme masa de asalariados y la devastación de la naturaleza y la biodiversidad.
Por ello, en la II Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992), Fidel Castro advertía:
«Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.»
Más adelante, apuntaba:
«Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.»
Ese «orden económico mundial injusto» al que aludía Fidel, producto del capitalismo, ha conducido a la humanidad a muchas calamidades, amenazas y peligros; sin embargo, por su carácter global, los graves desajustes medioambientales, que forman parte de la crisis estructural del sistema capitalista, son quizá el mayor problema que enfrenta la humanidad, sobre todo porque quienes viven ─y muy bien─ de la explotación del hombre y la naturaleza son en extremo renuentes a prescindir de las millonarias ganancias y privilegios que se reproducen a la sombra de su poderío económico.
La devastación por incendios en la Amazonia, en mayor medida la brasileña, obedece a esa obsesión por obtener ganancia y acumular riqueza a costa de lo que sea y de quien sea, desgracia que, por ser esa zona la proveedora del 20% del oxígeno en nuestra atmósfera, sin duda tendrá efectos a nivel mundial.
Incendio en el Amazonas
En 1992, los asistentes a la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro, Brasil, consideraban catastróficos los efectos que ya se sentían por la alteración de las condiciones climáticas, que son solamente un aspecto de los graves desajustes ambientales; 27 años después, caracterizados por el constante y, en ocasiones, acelerado deterioro de nuestro medioambiente, la situación se ha vuelto, además, trágica. Y hay quienes la niegan, lo que corrobora la frase de Albert Einstein: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y del universo no estoy tan seguro.»
La Tierra vista a nueve millones de kilómetros
A nivel de organismos gubernamentales y con el aval de la Organización de las Naciones Unidas, se han realizado serios esfuerzos y se han tenido algunos avances; sin embargo, la prevalencia de los intereses de los económicamente poderosos ha sido siempre un obstáculo para encontrar una solución definitiva al grave problema medioambiental que padecemos.
La solución a este problema no puede estar desvinculada de la participación activa de los pueblos, porque sabemos a quienes representan y obedecen la mayoría de los gobiernos, y esperemos que cuando se tome conciencia colectiva de esa participación, no sea demasiado tarde.
Porque este planeta, parafraseando al periodista Walter Martínez, nuestra querida, contaminada y única nave espacial, nuestra casa, es todo lo que como humanidad tenemos.