Jubilación. Una reflexión
Por: Alfonso Díaz Rey*
Los seres humanos debemos, necesariamente, producir y reproducir continuamente las condiciones propicias para nuestra existencia. La única forma es mediante el trabajo.
El trabajo es la actividad humana mediante la cual concientemente se transforma la materia y/o la energía para obtener una serie de productos, servicios o medios para producirlos, necesarios para la vida. Además, es la única forma de crear riqueza.
Durante la etapa productiva de su vida, los seres humanos transforman con su trabajo una serie de materias primas en productos intermedios y finales que la sociedad entera utiliza, por lo que justo es, que cuando se llega al fin de esa etapa por edad, enfermedad, accidente o cualquiera otra condición, la sociedad disponga de mecanismos y medios que procuren una vida digna para quienes le dedicaron su vida productiva.
Uno de esos mecanismos, surgido de las luchas de los trabajadores, es la jubilación; etapa de la vida que supone el disfrute de ésta tras haber cumplido con determinado tiempo de trabajo, la edad límite o se carece de las condiciones para desempeñarlo, con la asignación de una prestación económica periódica, una pensión, que les permita vivir dignamente.
En nuestro país, a partir de la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS, 1943), se instauró un sistema de pensiones concebido como una prestación en la que con aportaciones del Estado, los trabajadores activos y los empleadores, se conformaba un fondo para el pago de las pensiones a quienes alcanzaban la edad y el derecho a la jubilación.
Ese derecho, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1945) y en nuestra Constitución, así como otros que constituyen en conjunto la seguridad social, son fruto de una larga y cruenta lucha de los trabajadores por la mejora de sus condiciones de trabajo y de vida.
En un sistema como en el que vivimos, cimentado sobre la propiedad privada de los medios de producción, el capitalismo, los aportes a la seguridad social representan para los propietarios de esos medios una disminución a sus ganancias, razón por la que siempre han buscado eludirlos o llevarlos a su mínima expresión.
En nuestro país el fondo de pensiones fue manejado por el Estado, pero como se trata de una aportación para el ahorro, de millones de trabajadores, en cantidades cuyo monto actualmente se mide en el orden de billones de pesos, la privatización de su manejo fue siempre atractiva para las empresas financieras, hasta que, en 1997, previa modificación a la legislación respectiva, se privatizó el manejo de ese fondo.
Con el ahorro de los trabajadores se financian proyectos y quienes se llevan la mayor parte de las ganancias son las administradoras de esos ahorros; además, cobran comisiones por «administrar» esos recursos; y en caso de haber pérdidas, porque también especulan, estas las absorben los trabajadores.
Para implantar la administración privada de los fondos de pensiones, mediante empresas administradoras de fondos de retiro (Afores), le presentaron a los trabajadores un futuro color de rosa; y cuando ese futuro está cerca de alcanzar a la primera generación de mexicanos que se jubilará bajo el esquema de las afores, resulta que solamente el 30% de ellos, por el tiempo acumulado de cotización, podrán conseguir una pensión que en la mayoría de los casos representará, cuando mucho, una tercera parte de su último salario.
Si se considera que la inmensa mayoría de los trabajadores mexicanos perciben entre uno y dos salarios mínimos, podrá deducirse el futuro que les espera, en nada parecido a lo que les ofrecieron.
Si con el anterior régimen de pensiones las condiciones de vida de la mayoría de los jubilados rayaban en la precariedad, el manejo actual de sus ahorros para el retiro prácticamente los condena a la miseria.
La realidad es que el manejo privado de sus fondos de pensiones es una forma más en la que se explota a los trabajadores; y mientras nuestra sociedad se sustente en la propiedad privada de los medios de producción, la injusticia, la desigualdad y la inequidad prevalecerán.
La solución a este y otros problemas está en manos de los trabajadores y el pueblo en general. Es cuestión de tomar conciencia, organizarse y decidirse.
* Alfonso Díaz Rey es miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
LAS ENCUESTAS HABLAN DEL APOYO A AMLO. Desde el momento que AMLO se declaró enemigo del neoliberalismo y de los neoliberales se ganó al pueblo de México . Ese modelo económico sólo beneficia a uno de cada diez mil personas, el neoliberalismo solo quiere a los jóvenes para matarlos y a los niños para abusar sexualmente de ellos y vender sus órganos. Con mucha frecuencia escucharemos las palabras preferidas de los neoliberales que son MATAR, DESMEMBRAR (DESCUARTIZAR), ETC.