“La carrera presidencial para el próximo 2018 comienza a generar altibajos en el PAN de Guanajuato”
Como un indudable posible candidato a la elección presidencial del próximo 2018, el actual Gobernador del estado de Guanajuato Miguel Márquez Márquez comienza nuevamente a recolocar sus fichas para acomodar de forma indudable y quizás hasta paternalista a su sucesor.
Muchos son los ilusionados, sin embargo se comienza a perfilar a quien muchos descartaban o incluso nunca lo consideraron como un posible ungido, su leal Secretario de Turismo Fernando Olivera Rocha, personaje que se comienza a catapultar de forma innegable a nivel nacional en forma conjunta con Márquez Márquez mediante la promoción turística imbuida en los innumerables festivales gastronómicos en los cuales la cultura de la cocina guanajuatense se ha tomado como punta de lanza para direccionar el embate mediático con el cual se busca promocionar a ambos políticos, por un lado a la obvia carrera presidencial de Márquez, y por el otro a la gubernatura del estado de Olivera bajo el pretexto de la promoción gastronómica estatal.
Las afrentas internas comienzan a tomar forma, desde un Senador Fernando Torres Graciano que se percibe presto para iniciar la competencia por la gubernatura con el apoyo indudable de Oliva, y que al formar parte del bloque opositor al oficialista Gobierno del estado, anticipa un posible impacto frontal que muy posiblemente arrojará severos daños para los contendientes en virtud de tener por lo menos en su propio discurso, las bases reales del panismo en Guanajuato.
Por otro lado, un insistente auto destapado Luis Alberto Villareal inquieta a las propias fronteras panistas, ya que es indudable que su accionar lo coloca como un serio rival que buscará a toda costa posicionarse como un serio candidato. Atrás quedaron las acusaciones de una acepción que parece ser su indudable referencia o por lo menos ostentar el dudoso honor de su acuñamiento, moches, de los cuales en forma brillante ha salido bien librado, y del que parece no haber sufrido y ni siquiera ser afrentado, es así que teniendo en contra el aparato oficialista, seguramente dará mucho de qué hablar en los próximos meses.
Un desinflado Diego Sinhué parece más resignado a quedarse rezagado, en aras de no contravenir a la actual verdadera jerarquía estatal, y claramente se ve sacrificado al arrojarlo a justificar el adeudo abrupto e inexplicable de municipios como Celaya y Salamanca con el afán de obtener recursos para aplicarse en el discurso oficial a los más olvidados, y en forma política a las carreras, tanto en la presidencial como en la propia estatal, y externar sin reticencia respecto a los recursos que es una deuda histórica, en lo que se denota el propio auto flagelo con el ánimo de excusar el notorio aumento de la deuda pública en el estado de Guanajuato presumiblemente destinado a apoyar el tema de la justicia social para los más pobres.
En escena es insistente un nombre que no parece tener nada que ver con todos los anteriores actores políticos, Rafael Barba Vargas, personaje enigmático que es visto y señalado insistentemente en los corredores políticos, y que muy seguramente dará de que hablar más de lo que ya se ha escuchado, ya que para los más duchos en el tema político estatal denota claramente que si alguien puede ser el artífice económico de la continuación política del bloque oficialista, es este personaje, que de otorgar el apoyo necesario al nuevo delfín como aparentemente es un hecho, indudablemente el gastronómico Fernando Olivera pondrá a temblar a más de uno de sus posibles rivales y prospectos a suceder al actual Gobernador del estado de Guanajuato, ya que bajo una “política pública gastronómica” Olivera le restriega a sus adversarios sin reticencias en sus propias narices, que él “sí sabe” en una supuesta referencia al nombre del festival gastronómico del estado de Guanajuato, pero que denota claramente por sí, una mercadotecnia y logística perfectamente armonizada al más puro estratagema del arte de la guerra y del cual sus adversarios políticos parecen ni siquiera alcanzar a percibir la magnitud del embate… culinario, al más puro estilo de un caballo de Troya.
¡Bon Appétit, messieurs!