El escribano no quiere escribir
Adolfo Enríquez Vanderkam
¿Qué más hace falta para que la sociedad despierte? No deja de ser muy triste ver la apatía y la indiferencia de los ciudadanos ante las malas acciones de sus gobernantes, que ya saben que hagan lo que hagan no pasará nada y que el pueblo pronto olvidará los agravios.
Es tal el desinterés por lo que ocurre en el país, estado y municipio, que ya estamos dispuestos a vivir con inseguridad y violencia, pidiéndole a Dios no nos toque a nosotros o a un familiar cercano. Ya no son noticia las ejecuciones, por más sanguinarias que sean, y nos comemos el cuento oficial que solo eso les sucede a los malos, y hasta juzgamos como malandro a cualquier persona que haya sido ultimada, sin dar oportunidad siquiera del derecho de la duda. Solo decimos que se lo merecía.
La corrupción la vemos como algo normal, y maldecimos que no nos toque algo. Los escándalos como la casa blanca de Peña Nieto, o los robos descarados de Javier Duarte o Humberto Moreira, lo comentamos por unos días, pero le damos máxima difusión a los XV años de Rubí. Están vaciando las arcas de la nación y estamos más preocupados de que gane la selección o nuestro equipo favorito.
Nos quejamos en las pláticas de café o en las redes sociales, decimos que ya estamos hartos y que la situación del país no puede seguir así, pero a la hora de salir a las calles o tomar acciones para evidenciar nuestra inconformidad, son unos cuantos los que salen a manifestarse, y a veces les decimos revoltosos o que mejor se pongan a trabajar.
En Guanajuato tenemos un gobernador que presume de no ser transa ni flojo, pero clasifica como reservados los documentos de la compra de los terrenos para la Toyota, compra medicina por miles de millones de pesos siempre a los mismos proveedores y hasta insulina china dan a los enfermos de diabetes, pero como fue seminarista, trabajó de mojado y es del PAN, le perdonamos todo y hasta le aplaudimos. Arma un programa llamado IMPULSO SOCIAL, que no es otra cosa que un proyecto electorero para imponernos a Diego Sinhué Rodríguez Vallejo como su sucesor y lejos de criticarlo, estiramos la mano por una estufa, láminas para el techo (con plomo, por cierto) o unos sacos de cemento.
Matan a 3 inocentes niños en San Miguel de Allende, producto de un ilegal y fallido operativo de la Procuraduría General de Justicia del Estado y solo mereció la atención ciudadana por unos cuantos días y ya perdonamos al capo di tutti capi Carlos Zamarripa Aguirre y la tragedia ya fue olvidada. De igual forma le creemos a Alvar Cabeza de Vaca Appendini, miembro también de la Cosa Nostra, que Guanajuato está por debajo de la media nacional en delitos y como el creador del ESCUDO no miente, nos quedamos muy tranquilos. Ya demostró el “dúo patético” que, en cuestiones de procuración de justicia y seguridad, ellos son lo máximo. Lo penoso del asunto es que nos tragamos sus patéticas y ofensivas mentiras.
Ya nos tienen la medida los gobernantes, y sean del partido que sean, saben que, llegado el tiempo de elecciones, toda nuestra indignación e ira desaparecerá si nos regalan gorras, mochilas, llaveros, plumas, camisetas, mandiles, paraguas y tienen la certeza que con $500 pesos, pueden comprar nuestro voto, nuestra voluntad y nuestro destino.
Aquí en León tenemos un alcalde que es un bueno para nada, que en la mitad de su trienio no ha hecho una sola obra importante, que no metió a la cárcel a ningún funcionario de alto nivel de la administración de su antecesora la ladina de Bárbara Botello, que no revocó el gran robo que representó la concesión de la recolección de la basura, que ha inflado la nómina oficial y todavía tuvo el descaro de aumentar el costo del pasaje del transporte urbano, pero muy pocos salieron a las calles a manifestarse, pues la mayoría aceptó con ignominiosa resignación el incremento.
En cambio, hoy hierve la sangre de los leoneses pues “les quitaron el estadio de fútbol” y eso si es imperdonable y si tiene que correr sangre por tan “enorme agravio”, pues que corra.
Por eso éste escribano no quiere escribir y mejor se retira a ver la Rosa de Guadalupe, Casos de la Vida Real, María de Todos los Ángeles y Como Dice el Dicho. No hay mejor cosa que no meterse en problemas con los gobernantes, aceptar con la cabeza agachada sus órdenes y cuando se pueda, estirar la mano por una limosna. Que se preocupen otros por el país, porque los adultos ya lo echamos a perder y no tenemos ni los tamaños ni la convicción para componerlo.
