Reflexión navideña sobre la crisis ambiental mundial, incluida Salamanca
POR: Alberto De la Torre Gleason
Ante los pobres acuerdos logrados en la COP 21 (Conferencia Internacional sobre Cambio Climático) en días pasados en la ciudad de París y, al ver la incompetencia de nuestras autoridades (municipales, estatales y federales) ante los problemas de contaminación y malos olores en Salamanca durante este mes de diciembre, decidí hacer una reflexión propia de estas fiestas navideñas, en donde se supone que el corazón es más sensible y se hacen votos de buena voluntad y cambio.
ANTECEDENTES
Leyendo el artículo Sin paz con la Tierra, no habrá paz sobre la Tierra1 me encontré el texto siguiente:
“Resulta evidente que la Humanidad atraviesa un momento complejo. Como nunca antes en su historia su existencia está globalmente amenazada. No se trata ya de enfrentar problemas aislados de sequías o de inundaciones, por ejemplo. Ahora los problemas socio-ambientales provocados por el ser humano, (des)organizado en la civilización capitalista, plantean retos globales. Todo indica que estamos cerca de llegar a un punto sin retorno (o que quizás ya lo estamos superando…). Frente estas realidades y amenazas se elevan muchas voces de angustia y también propuestas de acción. A primera vista parecería que hay una coincidencia de que se tiene que hacer algo. Al menos en el discurso, se acepta la necesidad de replantear las lógicas de producción y de consumo de la sociedad moderna para transitar por otros caminos con una relación más armónica con la Naturaleza. Esa aceptación, sin embargo, no se ha traducido en logros concretos. Hasta ahora. Recordemos que los esfuerzos desplegados desde la aprobación del Convenio de Kioto en 1997 no se han cristalizado en resultados concretos. Más aún, el fracaso de la COP 15, realizada en el año 2009, en Copenhague, sentó un duro precedente. La desazón y desesperanza coparon el ámbito de acción en Naciones Unidas. Y desde esa perspectiva, cuando era poco lo que se esperaba, emerge como un logro el acuerdo global conseguido en la COP 21 en Paris, en diciembre del 2015. En esa ciudad, sacudida poco antes por un brutal atentado terrorista, 95 países miembros de la Convención de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático más la Unión Europea, a la que se considera un estado más, alcanzaron un acuerdo contra el calentamiento global que implica a la práctica totalidad del planeta. Sin embargo, como una primera gran conclusión podemos determinar que, si bien lo logrado es significativo comparado con los fracasos anteriores, resulta muy poco o definitivamente nada con lo que este reto global demanda.”
REFLEXIÓN
La situación de crisis ambiental mundial y local me hizo recordar la historia bíblica de Noé y su arca para salvar la vida de justos e inocentes, dentro de un momento de caos y maldad, entonces me dispuse a investigar si en la Encíclica LAUDATO SI’ 2 del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo del 2015), tocaba al personaje bíblico Noé y encontré lo siguiente:
“70. … El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro. Esto es lo que nos enseña la narración sobre Noé, cuando Dios amenaza con exterminar la humanidad por su constante incapacidad de vivir a la altura de las exigencias de la justicia y de la paz…
71. Aunque « la maldad se extendía sobre la faz de la tierra » (Gn 6,5) y a Dios « le pesó haber creado al hombre en la tierra » (Gn 6,6), sin embargo, a través de Noé, que todavía se conservaba íntegro y justo, decidió abrir un camino de salvación. Así dio a la humanidad la posibilidad de un nuevo comienzo. ¡Basta un hombre bueno para que haya esperanza! La tradición bíblica establece claramente que esta rehabilitación implica el redescubrimiento y el respeto de los ritmos inscritos en la naturaleza por la mano del Creador…”
En pleno siglo XXI, nuestro conocimiento del cosmos nos indica que la única Arca de Noé que tenemos disponible para preservar la vida, es nuestro planeta Tierra y, aunque en poder de un sistema y hombres corruptos, existen otros muchos como Noé (íntegros y justos), que deben despertar y tomar su responsabilidad como actores de esperanza y cambio para retornar al paraíso que el Creador diseñó para nosotros aquí en la Tierra.