“¡AHORA NO TENGO TIEMPO!” le dijo don Samuel a su niño de siete años, quien trataba de enseñarle un dibujo que había realizado en la escuela elemental. Y es que el padre y su esposa estaban muy ocupados, atendiendo su exitosa tienda de ropa y calzado…así que sacó un billete de cincuenta pesos y se lo dio a Beto, que se fue muy feliz con semejante fortuna; podría comprar muchos dulces en la tienda.
Pasaron los años, al niño dinero no le faltaba, aunque se sentía solo. Un día le pidió a sus padres que fueran a verlo jugar en un partido de soccer, pero no había tiempo, ahora ya eran dos establecimientos que tenían que atender..pero si le dieron quinientos pesos al muchacho.
Llegó un momento en que Beto había probado todos los dulces, tenido todos los juguetes..y se sentía vacío. Sin embargo, una tarde un amigo le ofreció un cigarro de marihuana y el chico se sintió muy bien…ya no había dolor ni soledad. Después fueron otras drogas…
Ya siendo un adolescente, el chavo le pidió un carro a su padre y este –con tal de que el muchacho siguiera estudiando- se lo concedió. El gusto no duró mucho porque una noche –alcoholizado- Betito chocó el auto, con tan buena suerte que no mató a nadie ni sufrió heridas de consideración . Sin embargo, Samuel decidió castigarlo y ya no reponerle el carro, además de que no le seguiría comprando los celulares de moda que salían cada mes.
Las adicciones del joven fueron de mal en peor, y entonces pasó algo que él consideró como una verdadera “buena suerte”. Un conocido lo invitó a vender droga…empezó a ganar buenas cantidades de dinero: ya no tenía que ir a pedirle a su padre, quien cada vez se mostraba más y más furioso y decepcionado con su hijo.
Y así fue por un corto tiempo, pero la codicia y la dependencia que tenía el joven, hicieron que pronto “cagara el palo” –como decían los de su banda- y lo sacaron del negocio, además de obligarlo a pagar droga que les debía: como un favor especial y bajo amenaza de muerte.
Beto tuvo que ir a pedirle dinero a su padre. Este se lo dio ante lo grave de la situación y con la esperanza de que Betito enderezara el camino. Pero su hijo siguió sintiéndose solo y desdichado. Para colmo: Teresa, una novia a la que adoraba, había roto con él. El muchacho siguió bebiendo y buscando con desesperación el dinero que necesitaba para drogas más fuertes. Tenía la esperanza de que lo volvieran a contratar de narcomenudista, y hablaba demás, sin percatarse del error que estaba cometiendo.
Una tarde fue a ver al papá, para pedir que le diera dinero, pues quería ir al baile de un famoso grupo musical; evento en el cual Teresa seguramente estaría. Don Samuel, por primera vez en mucho tiempo, le negó ayuda, pero Beto movió cielo y tierra hasta que consiguió que le prestaran.
Ya en el baile, se dedicó a ingerir cervezas y a buscar a su exnovia. Por fin la vió y logró acercarse a ella, a pesar de que la muchacha no daba muestras de querer entablar ninguna relación con él.
“Quiero que sepas que siempre te amé y siempre de amaré” le dijo Beto, con toda la sinceridad de la que era capaz. Y fueron las últimas palabras que pronunció: antes de recibir un balazo en la nuca.
Mi compadre Samuel, quien me contó esto, se siente triste y derrotado, sin alegría de vivir…piensa que se ha equivocado en muchas cosas…se siente culpable. Me iba a contar otros detalles, pero me dijo que sería otro día…porque tenía que ir a abrir su negocio.
