VENECIA.-«Quería regresar a México para hacer la película que he soñado». Así de rotundo se mostró Alfonso Cuarón cuando finalizó el rodaje de Roma, que le dio hoy el León de Oro de Venecia, concedido por el jurado que presidió su amigo Guillermo del Toro.
Un premio que reconoce el proyecto más personal de Cuarón y uno de los que más quebraderos de cabeza le ha dado porque además de lo complejo de un rodaje en el que tuvo que recrear cada milímetro de los recuerdos de su infancia, el hecho de ser producido por Netflix le alejó de la posibilidad de competir en Cannes.
Su decepción se ha transformado ahora en alegría por el aplauso unánime conseguido en Venecia de la crítica y del público a una película arriesgada que resume todas las claves de su filmografía.
Con solo ocho largometrajes en su haber, el cineasta mexicano y sus amigos Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro, son los representantes de una cinematografía que en los últimos años ha arrasado en premios.
Los tres han construido sus carreras alternando proyectos más pequeños, rodados normalmente en español, con grandes producciones estadunidenses.
Con una de esas grandes historias, Cuarón fue el primero de los tres en conseguir el Oscar a la Mejor Dirección, por Gravity, en 2014. Luego fue el turno de González Iñárritu, que triunfó con Birdman (2015) y The Revenant (2016) y cerró el éxito mexicano Guillermo del Toro, triunfador del año pasado con The Shape of Water.
En Venecia fue Del Toro el año pasado el primero en alzarse con el León de Oro y este año, como presidente del jurado, ha entregado el premio a su amigo Cuarón, con quien se fundió en un abrazo en el escenario del Palazzo del Cinema.
Una fuerte relación triangular sin la que no se puede entender la trayectoria de estos tres cineastas, tan potentes visualmente como diferentes en su concepto del cine.
Si Del Toro escogió la senda de la fantasía y los monstruos, González Iñárritu se decantó por las historias profundas y las reflexiones existencialistas y Cuarón por la heterogeneidad en unos proyectos con los que ha demostrado que se atreve con cualquier estilo, muchas veces empujado por problemas económicos.
Aunque en algún momento ha necesitado el empuje de sus amigos, como cuando Del Toro le tildó de arrogante por no atreverse a dirigir un Harry Potter.
El resultado fue Harry Potter and the Prisoner of Azkaban (2004), la película más oscura de la saga del joven mago y la que más libertades se tomó respecto a las novelas de J.K.Rowling.
Una película muy comercial que le llegó tras el éxito de Y tu mamá también (2001), la historia protagonizada por Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna que dio el respaldo definitivo a Cuarón.
Su debut en el largometraje fue con Solo con tu pareja (1992), una comedia por la que ganó el premio a Mejor Guion de los Ariel mexicanos y con la que Sydney Pollack se fijó en él y le abrió las puertas del cine estadunidense.
Con su siguiente trabajo, A Little Princess (1995) ya dio el salto a Hollywood, un lugar que ha definido como una «fábrica de juguetes» en la que «puedes vivir sin rodar ni una sola película, desarrollando proyectos que luego no se realizan».
Demostró su maestría en la mezcla de géneros, pero dio un paso atrás con Great Expectations (1998), una fallida adaptación de la novela de Dickens y un título que hasta él prefiere olvidar.
Cuarón volvió entonces a su México natal para rodar Y tu mamá también (2001), con la que ganó el premio a mejor guion en Venecia, donde sus protagonistas masculinos consiguieron además el Marcello Mastroianni a mejor intérprete joven.
Una película que obtuvo una gran repercusión con su historia cruda y tierna al mismo tiempo y el tono de quien conoce muy bien el espacio en el que rueda.
Tras Harry Potter se decidió por un proyecto más personal, aunque dentro del mundo hollywoodense, Children of Men (2006), un drama sobre un mundo distópico que fue muy alabado por la crítica y con el que consiguió tres nominaciones al Oscar.
Y no un Oscar, sino siete, fueron los conseguidos por su siguiente trabajo, Gravity (2013), aunque se le escapara el de mejor película para una historia que escribió junto a su hijo Jonás y en la que consiguió un ambiente intimista en medio del espacio.
Después anunció su regreso a México para trabajar y se esperaba una película personal, pero probablemente no tanto como Roma, un retrato sentimental de su infancia que le ha llevado a recorrer las casas de sus familiares para recuperar los muebles que habitaron su hogar de Ciudad de México.
Un cine delicado y preciosista para quien se considera «un obrero» del cine, quien reconoció el año pasado en Cannes que durante muchos años estuvo ligado a esa industria más por necesidad que por vocación.