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Analfabetismo ambiental Por: Alfonso Díaz Rey No obstante las evidencias irrefutables que ofrece la naturaleza en relación a los efectos de la acción humana sobre el medioambiente y el...

Analfabetismo ambiental

Por: Alfonso Díaz Rey

No obstante las evidencias irrefutables que ofrece la naturaleza en relación a los efectos de la acción humana sobre el medioambiente y el pronóstico aterrador que trae consigo el cambio climático, elementos que a nivel planetario debieran convocar a los más amplios sectores de la sociedad a la defensa y restauración de su espacio vital, podemos decir que por el momento, salvo honrosas excepciones, la oposición a un trágico y dramático final carece de la fuerza necesaria para inclinar la balanza en favor de la vida.

La incapacidad colectiva para detectar e identificar los peligros y actuar contra la causa de fondo que los origina se dan en gran medida por un elevado grado de analfabetismo ambiental que padecemos como sociedad, lo que a la vez incide en un bajo nivel de conciencia, en el sentido más amplio.

El analfabetismo ambiental y el bajo nivel de conciencia social son en buena medida inducidos por el sistema económico, político y social dominante. Lo hace mediante la imposición de la visión del mundo del grupo en el poder a los demás estratos sociales, a través de la educación y la propaganda de todo tipo. Una vez atrapados ideológicamente, muy poco podemos hacer para solucionar los graves problemas que en el ambiente y otros campos se presentan.

Si creemos que dentro del sistema dominante, el capitalismo, podremos encontrar soluciones sostenibles o que con acciones contestatarias o de denuncia bastará para que quienes se benefician de este sistema tomen conciencia, abandonen su espíritu depredador y su enfermiza sed de ganancia, estaremos con la falsa esperanza de que renuncien a su esencia.

Sabemos que quienes a nivel global y local dominan la economía y la política jamás renunciarán a los privilegios que da el poder y sería ingenuo pensar que dejarán de explotar cualquier recurso natural que signifique una ganancia para ellos. Muestra de ello son los efectos sobre el medioambiente de actividades como la minería, la industria petrolera, el turismo, la inmobiliaria, la industria química, el transporte, la agroindustria y la agricultura intensiva, la automotriz y la industria pecuaria, por citar algunas.

Todas las medidas que a nivel global se han implementado se deben a la presión social encabezada por organizaciones ecologistas; sin embargo, han sido solamente paliativos para los impactos más severos de la producción capitalista y ello no ha impedido que el sistema cree y utilice otros mecanismos para aumentar sus ganancias a costa de la naturaleza y de la explotación del trabajo humano.

El carácter depredador y parasitario del capitalismo lo hace un sistema insostenible. Su desarrollo desigual y absurdo ha generado contradicciones más allá de la clásica entre el trabajo y el capital, la cual ha derivado en una más grave en la que los opuestos son ahora la ganancia y la vida.

Dentro de este sistema que en su interminable e incansable búsqueda de la ganancia arrasa con todo, crea y agudiza las condiciones para su propia extinción, solamente podemos esperar ser arrastrados en su caída, agonizar y desaparecer junto con él.

Sin embargo, las cosas pueden ser distintas. Si tomamos conciencia, la ecológica incluida, y somos capaces de organizarnos en torno a la vida, podremos encontrar alternativas viables que nos permitan construir una sociedad diferente, justa, equitativa, respetuosa de la naturaleza y en equilibrio con todas las formas de vida.

El primer paso sería desterrar la ideología dominante y tener nuestra propia visión del mundo y la realidad

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