Se reunieron en Valtierrilla 80 sacerdotes, seminaristas del Seminario Diocesano de Irapuato y fieles cristianos.
El obispo de Irapuato, los sacerdotes, seminaristas, y laicos dieron inicio a las celebraciones del XV aniversario de la creación de la Iglesia Particular de Irapuato, el próximo 7 de febrero serán ordenados 7 diáconos serán ordenados.
Con un reconocimiento de sus faltas y omisiones pastorales e implorando a Dios su perdón y misericordia.
En el salón principal ubicado a la entrada de la comunidad de Valtierrilla, la mañana del 31 de enero se realizó el acto penitencial sacerdotal, ante el Santísimo Sacramento, después de lo cual los sacerdotes peregrinaron hasta el lugar del martirio del santo sacerdote Bernabé de Jesús Méndez Montoya; después celebraron la Eucaristía, dentro de la cual hicieron juramento de fidelidad y profesión los cinco diáconos que este 7 de febrero serán ordenados sacerdotes.
Mons. Enrique Díaz hizo un reconocimiento de los sacerdotes por ser el “pilar principal de la Iglesia, en quienes recae la responsabilidad que este pueblo de esperanza sea pueblo de Dios”.
También les dijo: “Ustedes están en la línea de fuego; ustedes llevan sobre sus espaldas el peso del día y están expuestos a un sin fin de situaciones diarias que a veces nos hacen vulnerables, y que por eso necesitarían mucha cercanía, comprensión y aliento del obispo”.
El obispo de Irapuato pidió perdón a los sacerdotes por las veces que se sienten solos y no han recibido la palabra de aliento de su obispo”. “Perdón a quien se sienta ofendido u olvidado, o poco ayudado”.
“Que el Señor me ayude a seguir buscando y entusiasmando a cada uno de ustedes, a sentirse muy cercanos a Cristo y que el obispo también pueda darles esta fortaleza”.
Asimismo, el prelado diocesano invitó a pedir también perdón a Dios y a la Iglesia porque “nos falta pasión para evangelizar”; “porque el pueblo no experimenta nuestra cercanía”; y porque, a veces, perdemos el sentido de unidad y fraternidad.
Ya en la Misa el Obispo comentó la Palabra de Dios que es por la sangre de Cristo, su gracia y poder, no por la propia fuerza de los sacerdotes que nos atrevemos a “subir al monte del Señor”, a penetrar en el misterio divino, y santidad de Dios.
Comentando el Salmo 23, llamo a revisar el corazón y las manos sacerdotales: ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Cómo están nuestras manos?
Finalmente, reflexionando el Evangelio (Mc. 4, 21-25) exhortó a los sacerdotes a ser luz; a “desgastarse para iluminar” y a “no ocultarse en las propias adulaciones”.