Revivamos la historia del amor entre Ana Carmen y Carlos, una leyenda muy guanajuatense; «El Callejón del Beso».
Guanajuato significa lugar montuoso de ranas, se cree que el nombre proviene de la lengua Purépecha de los indios tarascos, específicamente del término quanax-huato.
Y es que visto desde las alturas, en un sitio que efectivamente está rodeado de cerros y montañas, como bien dice la canción de Valente Pastor, “Tierra de mis amores”.
Ahí, en esa pintoresca ciudad llena de colores y pequeñas callecitas, existen muchos callejones pero uno especialmente característico y emblemático, el más estrecho y uno de los más añejos, El callejón del Beso, un sitio imperdible en donde según la tradición, todas las parejas tiene que besarse porque de no dar un beso en el tercer escalón podríamos padecer de mala suerte.
El Callejón del beso suena en todo el mundo, de hecho asisten millones de visitantes tanto nacionales como extranjeros durante todo el año, es tan popular que incluso existen reportajes de medios europeos y asiáticos, por su singular diseño y su historia adversa.
Como bien es conocida la leyenda, se trata de una tragedia que hoy es recordada por oriundos y foráneos, incluso son los propios cuevanenses quienes entre los cientos de visitantes, relatan la historia del amor imposible entre Ana y Carlos.
Esa es la historia más breve del Callejón del Beso, pero hay todo un drama que enriquece a la leyenda y es que los enamorados se veían en secreto y con la ayuda de la alcahueta tutora quien de vez en cuando dejaba que la niña de la casa tuviera amoríos con Carlos que para nada era de abolengo, solo vivía como un sencillo minero, por ese motivo el padre de Ana al descubrir el romance con aquel menesteroso, entró en cólera, encerró a su hija y la amenazó con llevarla al antiguo continente para casarla con un viejo adinerado y así conservar su riqueza.
Aun con la prohibición del padre, el amor de Ana y Carlos crecía, era vasto, dilatado e insoluble, por ello muchas otras ocasiones utilizó su ingenio para ver a escondidas a su amado, platicaban, sonreían y hasta compartían oraciones en la iglesia, dicen que era un amor puro y excelso, entonces ante el deseo de estar con el más grande amor de su vida, caviló mil veces cómo estar cerca de su amada, hasta que un día mientras pasaba por su casa, Carlos pensó que la finca frente al balcón de su amada estaba lo adecuadamente cerca para tocar a su ventana, así que le ofreció a la dueña los ahorros de toda su vida trabajando como minero para poder rentarla y así estar cerca de Carmen.
Tanta fue la maravilla de ella al verlo tan contiguo, de poder envolverlo con sus brazos y besarlo, que se olvidó por completo de la amenaza hecha por su padre.
Fue así, lacónico, mientras se tomaban de la manos, enlazados en un tierno beso de amor, por detrás de la puerta comenzó a escucharse una discusión, que de momento no les importó, pues era normal que su padre fuera arisco y necio.
Lo que no sabían era que el padre de Carmen estaba discutiendo con su tutora, quien protegía la entrada de la habitación para que la pareja no fuera descubierta.
Después de reñir por un momento, el hombre empujó a la alcahueta para que se apartara del camino, quien fue a dar al piso, y el hombre pudo entrar a la recámara de su hija.
Fue entonces que el padre de la joven, con la ira acumulándose y apoderándose de todo su ser, cruzó el pecho de Carmen con una daga. Prefería perder a su hija, antes que perder una fortuna asegurada y que Carmen se casara con un simple minero.
Esta, es la trágica historia del Callejón del Beso, que pese a la desventura hoy es recordada como una bella leyenda de ternura que en realidad fue tragedia, pero eso ya no importa para los oriundos ni para los visitantes quienes al ver el estrecho espacio entre las casas, se sorprenden, asombran y hasta se forman para tomarse una foto y escuchar picardías como el catálogo de beso