La decadencia del sindicalismo tradicional y los obstáculos del nuevo sindicalismo
Por: Oscar Alzaga*
Como Saturno devoró a su hijo, el PRI neoliberal destruyó a la CTM, la CROC y demás sindicatos cuando rindió culto al becerro de oro y traicionó sus bases históricas, actuando abiertamente contra de la revolución, la Constitución y la obra cardenista. El PRI se alineó desde 1982 a la extrema derecha internacional y nacional, y radicalizó su postura en 1988 con el fraude, privatizaciones y corrupción a lo grande, hasta reconstituir a la oligarquía.
En sus caídas, el PRI arrastró a la CTM y los otros; en 2000 simula su derrota con la alianza del PAN, igual con el fraude de 2006; pero en 2018 cae al tercer lugar electoral y en Baja California llaga al 5º lugar. PRI y PAN se pliegan al neoliberalismo en los 80s y al Consenso de Washington en 1990. Sus gobiernos, subordinados a trasnacionales y oligarcas nativos, destruyen sistemáticamente el constitucionalismo social: la base de los sindicatos, la educación y la seguridad social.
Obligan a los sindicatos a entregar los contratos colectivos a los empresarios para convertirlos en contratos de protección patronal y a mutilar salarios y prestaciones; entregan la huelga en los hechos y debilitan los sindicatos con el empleo eventual de los outsourcing. La otrora CTM con fuerza política nacional, cae en el silencio después del quinazo del 10 de enero de 1989 y al suspender las marchas del 1º de mayo desde 1995. El tripartismo se vuelve una vil simulación.
De la información disponible de los trabajadores afiliados a sindicatos en México de 1986 a 2008, se advierten dos claras tendencias: 1) la decadencia, desde 1994, de los sindicatos subordinados al PRI y; 2) la brutal ofensiva de la oligarquía y los gobiernos neoliberales contra los trabajadores y sus organizaciones.
En 1986 la CTM tenía 456 mil miembros; para 1993, crece a 914 mil, pero en 1997 se estanca en 927 mil, baja en el 2000 a 897 mil y en 2008 de nuevo baja a 859 mil. (1) Mientras que en el mismo lapso la población ocupada crece al doble y la afiliación al IMSS e ISSSTE crecen de 8.2 millones de 1986 a 16.9 millones en 2008.
Lo mismo les ocurre a otras dos centrales del PRI, que ven caer la afiliación sindical en esos años. La CROC en 1986 tiene 82 mil afiliados, en 1993 tiene 168 mil, en 2000 sube a 176 mil, pero en 2008 baja a 70 mil socios. Igual ocurre a los grandes sindicatos nacionales.
El sindicalismo independiente para 2008 llega a 650 mil miembros, pero ambas corrientes, oficiales e independientes, se encuentran divididas. Los primeros los organiza el PRI y sus gobiernos, para que estén desorganizados como una fuerza política autónoma; los segundos por incapacidad propia.
La sindicalización nacional se estanca desde la firma del TLCAN, con Salinas, pues usa la política laboral barata para atraer el capital extranjero a las maquilas. En 1993 el total de los sindicalizados es de 4 millones 644 mil miembros; para 2005 son 4 millones 357 mil y para 2008 son apenas 4 millones 692 mil. En 15 años se estanca el crecimiento sindical, mientras que el número de trabajadores en el país aumenta sin cesar. Es la primera vez que ocurre ese fenómeno de decadencia sindical.
La decadencia se refleja también en otros aspectos: en 1985 el PRI tiene 296 diputados y de la CTM son 52; en 1991 el PRI cuenta con 320 diputados, la CTM con 41; en 2000 el PRI tiene 209, la CTM solo 11; en 2006 el PRI tiene 106 y la CTM apenas 6. En 1988 el PRI tiene 60 senadores, de la CTM son 16; en 1994 el PRI cuenta con 39 y la CTM con 14; en 2000 el PRI lleva 60 y la CTM 2.
Mientras tanto, la población ocupada de trabajadores crece y crece: De 22 millones en 1986 a 34 millones en el 2000, que para 2008 llega a 44 millones. En otras palabras, la gran mayoría de los trabajadores del país no cuentan con un sindicato, de ningún tipo, más de 39 millones. Otros cálculos dan 33 millones de trabajadores sin sindicato. Lo cual habla por sí mismo de la debilidad la clase obrera y sindical en estos tiempos globalizados de feroz neoliberalismo. Que no es fácil acabar con 36 años de neoliberalismo en México, y desde Miguel Alemán (1946-1952), sin un sindicalismo independiente.
La debilidad sindical no es un fenómeno nacional, es internacional, con variantes de un país a otro. Porque la derechización es también internacional, coincide y es producto de la caída del socialismo en el mundo de 1982 a 1990.
La elección de 2018 abrió nuevas perspectivas y cambios favorables a la democratización del país. Pero las centrales y sindicatos del PRI se la jugaron a favor de Meade y los empresarios, como lo hicieron en 2012 en esas elecciones y en la reforma laboral del PAN-PRI y ratificaron su postura en 2018 con el proyecto de reforma laboral de la CTM, CROC y PRI a favor de los patrones, presentada en 7 de diciembre de 2017 en el Senado. Ahora, en 2019, la CTM interpone cientos de amparos contra la reforma laboral de AMLO.
En 2018 las centrales independientes restaron su apoyo a AMLO, salvo Napoleón Gómez Urrutia y el Sindicato Minero, que en 2019 impulsan la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT) desde abajo, para constituir un sindicalismo de y para los trabajadores; pues como bien ha dicho Gómez Urrutia: la CIT no es agencia de Morena ni del gobierno, menos de los empresarios. Es independiente. Otra cosa es coincidir con la 4T e impulsar los cambios, pero no subordinados a nadie, como otros lo pregonan.
Hoy, el obstáculo más fuerte en contra del cambio es la división de las corrientes en el seno de los sindicatos nacionales, nadie cede a favor de la mayoría, sigue presente el atraso individualista.
Información tomada de: Javier Aguilar García, La CTM y tasa de sindicalización. 2002. Y Roberto Zepeda Martínez, Disminución de la tasa de trabajadores en México durante el periodo neoliberal. 2009. Y de la STPS, 2019.
*Abogado miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas