Por Iván Juárez Popoca
OBSERVAS UNA EMOCIÓN o una conducta negativa que te domina por un momento -o por lapsos considerables- y luego el sentimiento de culpa que viene con ella..¡otra emoción negativa! Lo que hay que hacer es aceptarla, darte permiso de ser, reconocer la sombra y después ya habrá tiempo para que empieces a evitarla, a ponerla en un lugar donde no haga daño o destruirla en su totalidad.
El problema es que la mayor parte de los seres humanos no estamos conscientes de nosotros mismos, dejamos que las emociones nos dominen y actuamos de una manera mecánica.
Solamente mediante la meditación, o al menos la voluntad de de observarnos, podemos detectar cossas tan destructivas como la ira y el miedo. Estos son dos sentimientos que nos agobian actualmente debido a la violencia que se ha desatado en nuestra ciudad y ante la ineficacia de las autoridades para combatirla: parece que estamos idefensos, sin poder hacer otra cosa que andarnos cuidando las espaldas y rezar para no estar a la hora equivocada en el lugar equivocado.
Hace unos días llegaron a extorsionar a una empresa y los dueños de ésta cerraron imediatamente, sigue habiendo ejecucioines y no se ve ninguna labor de “inteligencia” por parte del Estado ni resultados que brinden al menos una esperanza.
La gente ora, pero no basta, hay que exigir a los pólíticos, denunciar, cuidar a los hijos, apoyar al prójimo (o sea al más próximo) y procurar cambios personales. Y uno de ellos, el primero creo, es vigilar nuestra emociones, no dejarnos arrastrar por la desesperación. Aquí nos toco vivir y hemos de ser valientes, sostener la cotidianidad, dentro de lo posible, trabajar y defendernos de una manera externa, cierto, pero también psicológicamente.
De lo contrario nos puede arrastra una especie de depresión, una avalancha derrotista que nos lleve a la claudicación o a actos irracionales. La lucha empieza en casa: con un tipo de oración que nos lleve a las obras, con meditación (para los que sepan o busquen como llevarla a cabo) y con el desarrollo de la fraternidad, que puede, poco a poco, pasar del ámbito familiar a la calle, al Estado, al país, al mundo entero.
Sé que suena muy utópico, pero es un camino que realmente puede lograr cambios verdaderos, frenar la deshumanización de la que estamos siendo víctimas.