Por: Eber Sosa Beltrán. Psicólogo y activista social interesado en el género, el medio ambiente y los derechos humanos.
Una perspectiva ética que reconozca el ejercicio pleno de los derechos humanos requiere un proceso de discernimiento personal que implica sucesivas aproximaciones hacia un cambio de paradigma, esto ofrece frecuentes resistencias y formas de autorregulación del orden social dominante que imposibilitan su potencial transformador de manera particular, pues cuando nos situamos en una práctica personal, política, social o institucional que tenga como base el fundamento normativo constitucional que ahora apela a dicho reconocimiento, encontramos de manera desalentadora que la vivencia más frecuente es la cotidiana violación sistemática de los derechos humanos que prometíamos proteger. Porque hablar de derechos no significa hablar de privilegios sino de cualidades intrínsecas a los mismos como son su interdependencia que nos remite a la vez a considerar nuestra propia interacción interdependiente, pero hay una interpretación desde el orden social dominante que remite a la configuración misma de la opresión, en ella se entiende que la interdependencia requiere jerarquías y para ello suele remarcar desigualdades, muchas de ellas originadas en prejuicios y en formas de exclusión sistemática, también los paternalismos y sus actitudes condescendientes condicionan las oportunidades a ciertos modos correctos del deber ser, nuestra adhesión libre y voluntaria a aquello que nos oprime reproduce un esquema de privilegios que brindan estatus y prestigio pero que no toleran su interpelación, si los viéramos desde la mirada de la perspectiva ética de los derechos humanos, veríamos que éste afán transgrede nuestra integridad e identidad y somete nuestra libertad a cambio de nuestro confort y comodidad. La concepción progresiva de los derechos humanos nos remite a su historicidad y a la importancia de configurar un proceso de avance permanente hacia la consideración misma de la dignidad humana; y finalmente el carácter de universalidad de los derechos expresa un elemento de orden común a todas y a todos tomando en cuenta no solamente nuestras diferencias sino aquellos aspectos que reproducen la desigualdad y es aquí donde también se alternan estos significados en el orden de la opresión de quienes consideran la desigualdad una diferencia y la igualdad sin diferencias como el nuevo orden a edificar, es por ello que la vulneración de derechos no sólo se entiende como un asunto de algunos sino una afectación universal, interdependiente y progresiva que nos refleja la necesidad urgente de una nueva perspectiva que permita confrontar los esquemas establecidos y cuestionar los sistemas heredados de privilegios en donde el respeto es unilateral, y donde levantar la voz para reconocer el ejercicio de los derechos es considerado una afrenta a la autoridad, al abuso de poder, a las tradiciones y costumbres o a las lealtades familiares, es también una búsqueda constante de nuestro ser auténtico y un encuentro posible con la existencia de otros.
