Por: Mtro. Eber Sosa Beltrán
Licenciado en Psicología clínica y activista social interesado en el género, el medio ambiente y los derechos humanos.
El deseo de control como una manifestación del ejercicio de poder se manifiesta activamente en nuestra vida cotidiana.
Suponemos que este elemento es ineludible y necesario y que gracias a que un agente interno o externo tiene el mando y mantiene el orden, evitamos el caos de la duda y la incertidumbre.
Es así que cedemos parte de nuestra voluntad y libertad a una actividad habitual que realizamos casi sin reproches con excepción de que exista una circunstancia excepcional que justifique nuestra falta.
Es esta nuestra razón más lógica, la que mantiene las cosas bajo control. El horario de llegada, la dieta, el tiempo de descanso, el trabajo o la fecha limite de pago, son secuencias organizadas con su ritmo y sincronía; algunos de éstos controles deben ser excesivamente meticulosos pues de lo contrario un posible error podría tener una consecuencia desastrosa, un ejercicio interesante consiste en identificar una actividad que realizas y en la cual normalmente las cosas están bajo control, posiblemente hay un beneficio directo en el que gracias a dicha actividad se obtiene un resultado; una manera de distinguir el peso que tiene ese control en el entorno es imaginar qué pasaría si ese control fallara o simplemente no existiera.
¿Sería como piensas una consecuencia catastrófica? ¿Podría llevarnos eventualmente a la aniquilación? Piensa por ejemplo en la maravilla humana que permite controlar las fuerzas de la naturaleza y crear una fuente casi ilimitada de energía.
Piensa en la genialidad de una obra maestra creada por la mano humana que nos deleita con la máxima expresión de su belleza, date cuenta de la fuerza de una ideología que en su discurso de liberación crea secuencias lógicas que gradualmente controlan las masas desde la configuración de sus deseos en el marco de intercambio del mercado global, porque un ejemplo de control es también el control del propio deseo, aquello que se anhela, que puede disfrutarse sin límites tiene la misma doble cualidad, un condicionante necesario, un precio que pagar por ser libre y por ser.
Para la realización del ser entonces es necesario mantener el control, un joven que puede ser el mejor gracias al completo control que obtiene a través de un videojuego, una mujer abnegada que tiene el total control de una casa llena de limpieza, un centro comercial con grandes ofertas de necesidades creadas que controlan el flujo del capital, un control político que se sostiene de promesas creíbles, o un crimen organizado que controla las vidas, los destinos y los cuerpos, ofreciendo el éxtasis incomparable del absoluto control bajo la absoluta obediencia.
Paradójicamente el control excesivo tiene una cualidad igualmente catastrófica gracias a él tenemos grandes satisfactores que se pagan con altos costos, la alteración de un ecosistema, la aniquilación de una especie, la pérdida de un gran amor, son secuencias inevitables en la noción de control. Hoy como nunca es urgente un cambio en la perspectiva de lo que implica el control ¿Será posible emprender nuestra búsqueda hacia una nueva noción de equilibrio? En dicha noción se crea una importante crítica a la supremacía de lo humano y se concibe como un desafío global el de vivir y coexistir sin el afán de perdurar.
