“Cuando yo era chico me decía que cualquiera podía llegar a gobernar; estoy empezando a creerlo.” — CLARENCE SEWARD DARROW

Los caminos de Guanajuato ya no son los escenarios de tranquilidad que alcanzaron a vivir nuestros padres y abuelos, hoy, lo que trasciende es sin duda el tema del crimen y la inseguridad, nada novedoso y sin duda nos estamos evidentemente acostumbrando.

Lo de hoy, es hablar de cuántos muertos hubo en el día y todos los medios llevamos “la de 8” con el número de cadáveres o contabilizamos los ataques armados frente a colegios y en colonias, desde la más popular hasta la más recóndita, así se vive en este estado, donde abundan las comilonas, las reuniones sociales entre funcionarios, las fiestas y celebraciones hoy son más importantes, por eso Guanajuato se vislumbra como una entidad que se colapsa pero entre fiestas y espectáculos.

Teniendo conversaciones con periodistas de dos estados, se han sorprendido de la gran suma de sangre que se derrama, se sorprenden por el actuar de los gobernantes, por la inseguridad que no cesa, por el número de desaparecidos, mujeres violentadas, inconsciencia ciudadana, si se trata de temas ambientales; pero lo que más les ha impactado es prestar atención a las actividades que se le agendan al gobernador del Estado Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, quien al parecer hace caso omiso, es como si él existiese en otro ambiente, en otro contexto, como si la situación fuera solamente una quimera efímera que solo recae sobre unos cuántos, es como si él y sus más allegados no se percataran de que se localizan en medio de una beligerancia, es simplemente como si todo fuera un lacónico delirio, una alucinación que vive su “emporio”.

Al ingresar a la red social del gobernador, lo único que vemos es un ente alegre que no se compadece de quienes más sufren, ni siquiera hace el intento por asistir a las zonas más vulnerables, a los municipios que se desmoronan al paso de los días; sus actividades parecen comportamientos de deidades que solo observan las alabanzas, viven en las celebraciones y prescinden de realidades.

Vertiginosamente el bienestar ha desaparecido para la gran mayoría y mientras los funcionarios se retratan con grandes artistas y disfrutan de contextos alegres, en la zona de guerra, el sueño se concilia con mayor dificultad y para muchos ni siquiera existen los sueños, pues vivir con un familiar desaparecido, no es vivir.

Los panteones, velozmente se van quedando sin plazas, la gente pierde su sosiego y el brío humano desfallece.

Pero, para unos cuantos, para quienes se supone que “administran”, nada es lo mismo, pues con la soberbia y frivolidad que los representa, parece que todo es menos arduo.

Salir a la luz pública con escoltas, fotografiarse, sonreír y ser un “distinguido” protagonista eso es tener éxito, ser congratulado por sus séquitos, eso es tener victoria y conseguir laureles, si de pronto, llegan los críticos, los aguerridos, quienes dicen verdades y hacen reflexiones asertivas, surgen los desprestigios, y las guerras con adversarios digitales, de esos que “tiran la piedra y esconden la mano”, muy usuales y efectivos para la guerra sucia.

Hoy, mientras que Guanajuato pierde toda tranquilidad y la hecatombe reina entre las familias, salen los personajes políticos y actúan como si todo fuera edificación y ventura, como si hubiera algo qué festejar, como si los hechos sangrientos fueran nulos, porque tal parece que ya pasado lo de atrás, lo de menos es lo demás.