Por: Manuel De la Torre Rivera
El ser humano se formó en comunidad por lo cual pudo aprender como colectivo y una vez formado, tomar conciencia de que tiene potencial para participar en la mejora y transformación de la comunidad, por eso todos somos responsables de lo que llegamos a ser como comunidad, con justa razón dice el proverbio Náhuatl: La Tierra será como sean sus hombres.
Y si hoy la Tierra, el planeta Tierra, ofrece una imagen de crisis política, económica, social, cultural, ambiental, sanitaria, ecológica y espiritual, es porque hemos fallado los hombres que la habitamos, podemos encontrar muy diversas causas que expliquen los resultados, pero ninguna podrá evadir la responsabilidad humana en forma directa o indirecta.
Y ¿cómo somos los hombres que habitamos el planeta Tierra en este siglo XXI? Pueden existir muchas excepciones, pero en lo general somos individualistas, egoístas, sectarios, faltos de amor y hasta de respeto por el prójimo, no sentimos dolor por los que sufren, ni somos solidarios con los más débiles, por lo tanto, somos injustos y fallamos para considerar la vida el valor más importante.
La gravedad de los resultados señalados nos deben inducir a trabajar en comunidad por un cambio radical, uno que mueva la estructura, la superestructura y las conciencias de la sociedad, es decir iniciar un proceso de reeducación colectivo en el que participe toda la sociedad, el sistema económico global actual excluye a la naturaleza, deteriora nuestro sentido de pertenencia e identidad comunitaria y amenaza la posibilidad de construir un horizonte de bienestar, de dignidad humana, no sólo para nosotros sino para los hijos de nuestros hijos. Si en la actual estructura prevalece el interés de lucro y el egoísmo individualista y hedonista, debemos buscar un sistema colectivo que dé preferencia a la cooperación y la solidaridad entre todos los hombres, cuidando especialmente por la seguridad de los más débiles.
Para cambiar la superestructura que es el marco jurídico, legal, normativo y cultural, es necesario que la propia comunidad haga un ejercicio de reafirmación comunitaria de sus orígenes históricos, culturales y espirituales, rescatando los valores éticos que nos han permitido sobrevivir en momentos difíciles y que la humanidad ha preservado como principios universales de respeto a la vida como valor supremo en La Carta de la Tierra de las Naciones Unidas, que es un instrumento que armoniza el bienestar de las generaciones con la defensa de la vida y el cuidado de los recursos naturales y la biodiversidad.
Participar en la elaboración de un programa comunitario de Educación Ambiental significa preguntarse sobre los porqué y para quién del desarrollo; las prioridades que deben guiar la vida comunitaria y el valor de las personas y de los hábitats natural o social. Significa entender de otra forma los problemas ambientales presentes en nuestro contexto más cercano. Significa cuestionarnos sobre el sentido de la vida y de nuestra vida en el municipio, un sentido que consiste no sólo en vivir, sino en compartir con la comunidad.
Salamanca puede intentar ser esa comunidad modelo que sirva de avanzada para transformar el país.
Continuará…
Salamanca, Gto., 26 de diciembre del 2021.