Por: Javier Bravo
La explosión de violencia en Guanajuato cerró el 2020 inmerso en diversos escenarios. En todo fue récord. Desde el intenso saldo de víctimas asesinadas, hasta las desaparecidas e inhumadas en un municipio como Acámbaro, los casos se acumularon.
Para analistas como David Saucedo, el 2021 advierte un agravante: las elecciones.
El proceso electoral para elegir las 46 alcaldías, 36 diputaciones locales y las 14 federales de este año, se presentan en medio de un clima álgido, debido a los constantes encuentros y desencuentros entre el gobierno estatal de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo y el federal de Andrés Manuel López Obrador. La inseguridad ha sido uno de los temas donde la sospecha de la colusión ha sido permanente.
Acámbaro: otro escenario de desaparición
Ha sido notorio el incremento de los reportes de desaparición de personas, en contraste con su escasa localización. En cuatro meses de búsquedas Irapuato, Salvatierra, Acámbaro, Villagrán y Cortazar se han recuperado más de dos centenares de cuerpos y restos en fosas clandestinas.
A partir de agosto, se comenzó con las búsquedas con la coordinación de la Comisión Estatal de Búsqueda con la FGE y el apoyo de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) y la Guardia Nacional.
En estas búsquedas han logrado el rescate de 79 cuerpos en el predio Rancho Nuevo en el Barrio de San Juan en Salvatierra; 18 bolsas con restos en las inmediaciones de la Presa del Conejo en Irapuato, además de los 45 en la Cañada de Caracheo en Cortazar, confirmados por la FGE.
Todo lo anterior se agrega a las 104 bolsas con restos y los 15 cuerpos en Acámbaro ubicados en 35 fosas. Pese a que estos hallazgos siguen en responsabilidad de la FGE para su investigación e identificación, pero al momento no se ha informado sobre su vinculación con los casos de desaparición de personas.
Es por lo anterior que los colectivos Buscadoras Guanajuato, Cazadores, ¿Dónde están? Acámbaro, Justicia y Esperanza, Luz y Justicia, así como Una luz en mi camino, presentaron información sobre la búsqueda en Acámbaro luego de reunirse con el Fiscal General del Estado Carlos Zamarripa Aguirre. Señalaron que, según información de la CEB, se encontraron 38 fosas clandestinas tras la búsqueda de Acámbaro.
A través de la Plataforma por la Paz y la Justicia en Guanajuato, informaron que las familias ofrecieron al menos cinco puntos para la búsqueda, mismos que fueron agotados por el trabajo realizado durante las tres semanas señaladas.
Indicaron que asistieron a reuniones por separado con el Fiscal General de Justicia, Carlos Zamarripa Aguirre y las Fiscales Especializadas en Derechos Humanos y Desaparición de Personas, “y hemos escuchado los avances relativos a la identificación forense realizados por la Fiscalía”.
Aunque reconocieron como positivo que se hayan identificado varios cuerpos, señalaron que estos resultados siguen siendo insuficientes, dada la dimensión de los hallazgos de los últimos siete meses del año en distintos contextos y municipios.
“Tan sólo en Salvatierra y en Acámbaro se encontraron 103 fosas y 183 restos óseos (bolsas en el caso de Acámbaro)”, advirtieron.
Además, solicitaron al Secretario de Gobierno, Luis Ernesto Ayala Torres, en su calidad de Presidente del Sistema Estatal de Búsqueda, que solicite Asistencia Técnica a Grupos de Antropología Forense nacionales e internacionales, en calidad de peritos independientes, para que fortalezcan el trabajo de identificación forense.
Así la búsqueda en un cementerio clandestino
La casa del horror estaba demasiado cerca del centro de Acámbaro, Guanajuato, como para que nadie supiese qué es lo que allí ocurría. Durante meses, quizás años, hombres y mujeres fueron torturados, asesinados y enterrados en una pequeña vivienda abandonada y semiderruida, situada en las faldas del parque nacional del Cerro del Toro. Son apenas cinco minutos caminando desde la calle Leona Vicario, la última vía urbanizada que desemboca en una cuesta empinadísima de piedra y tierra. Al fondo, la estatua de una Virgen que ejerce como guardiana del predio. Allí, tras unos árboles, estaba ese siniestro cementerio, aprovechando ese terreno ambiguo donde la ciudad deja de serlo.
Los rumores sobre gritos, disparos y vehículos que subían con los detenidos y regresaban vacíos se habían multiplicado en los últimos tiempos. Pero el miedo se impone cuando el crimen organizado controla el territorio. Así que la antigua construcción de la que apenas quedan tres cuartos techados y varias paredes desnudas siguió operando como cementerio clandestino con total impunidad al menos hasta noviembre. Poco después, un puñado de familias valientes, acompañadas por la Comisión Estatal de Búsqueda, la Comisión Nacional de Búsqueda, el Ejército y la policía estatal irrumpió en el predio buscando a sus seres queridos. Lo que encontraron fue el testimonio del horror: 104 bolsas con restos humanos y 15 cuerpos enterrados en 48 fosas, el segundo mayor hallazgo en Guanajuato tras los 80 cuerpos hallados en Salvatierra un mes atrás.
Nada más poner un pie en la propiedad, familias y autoridades se dieron cuenta de que este no era un lugar abandonado, que había seguido siendo utilizado por los delincuentes casi hasta su llegada. Un dato demoledor: los dos primeros cuerpos hallados pudieron ser identificados por sus tatuajes. Eran dos jóvenes desaparecidas hacía dos semanas cuyos restos fueron devueltos a sus familias. Desde aquella primera exhumación se sucedieron las jornadas extenuantes de revisión, varilla, confirmar el positivo, cavar y desenterrar víctimas. Las últimas dos bolsas se extrajeron el jueves 17 de diciembre después de 15 días de rastreo.
“Fue algo muy fuerte. He participado en todas las búsquedas que se han realizado en el Estado y esta fue muy dura y muy difícil. Los cuerpos estaban desmembrados, con signos de tortura. Nos tocó ver en una fosa hasta 19 bolsas”. Una de las mujeres presentes en la búsqueda explica así sus vivencias. No quiere dar su nombre. No quiere dar ninguna pista sobre su identidad, solo que está buscando a su hija, a la que alguien se llevó hace tres años. Cuando llega a la Leona Vicario, antes de subir hacia el predio en el que se excava, cubre su rostro con pasamontañas, gafas oscuras y una gorra. Lo mismo hace el resto de sus compañeros. No es solo taparse con el cubrebocas para no contagiarse de COVID-19. Esto va más allá. “No quiero que me identifiquen”, explica la mujer. Existe la sospecha de que hay “halcones” vigilando, que el crimen organizado anda cerca. Por eso las participantes en la búsqueda, mujeres y hombres valientes, se protegen. No se fían de que haya ojos que puedan señalarlas.
El temor de los familiares a ser identificados es una de las características de esta expedición. Sus integrantes llegan desde diversos puntos del Estado, también del propio Acámbaro, y temen que pueda haber represalias.
“Fue una búsqueda cantada respecto a la entrada, la subida y el peligro que de antemano sabíamos que corríamos. Pero pesa más la esperanza. La angustia y la tristeza que vivimos nos lleva a arriesgarnos a cualquier cosa. Sabemos que corremos cualquier tipo de peligro. Pero no es comparado al sentimiento que llevamos como madres, esposas o hermanas de las personas a las que buscamos”, dice otra de sus compañeras. En su caso, tapa su rostro con un gran sombrero, gafas oscuras y un pañuelo que va por encima del cubrebocas. Aunque ella encontró el cuerpo de su esposo hace meses, dice que sigue viniendo por “solidaridad” con sus compañeras.
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