En Salamanca los tradicionales aseadores o lustradores de calzado que se encuentran particularmente en el jardín principal, siguen vigentes y tuvimos la oportunidad de platicar con Martín Zúñiga, uno de los que iniciara con esta emblemática labor, y que lo haría a la edad de 12 años.
Nos habla respecto a su trabajo, mismo que ama profundamente y que lo ve como un arte y una tradición.
Martín atiende a clientes asiduos que lo visitan frecuentemente; quienes iban acompañados de sus hijos y que hoy, esos niños ya crecidos también se convirtieron en parte de la clientela de este icónico bolero y acuden a visitarlo también en compañía de sus hijos, por lo que fácilmente son tres generaciones las que se transmiten el gusto de lustrar sus zapatos.
Así como él trabaja con distintas generaciones de las familias que requieren sus servicios, Martín ha inculcado la pasión y el amor por este bello trabajo a su hijo Cristopher, quien hizo lo propio con su descendencia, el pequeño Ian y es así como bisabuelo, abuelo, hijo y nieto han aprendido el oficio toda vez que el padre de Martín fue quien le enseñó esta profesión que pretenden mantener vigente.
Los boleros trabajan con todo tipo de calzado, como tenis, zapatos, huaraches; así mismo, también le devuelven la vida a gorras, chamarras, cinturones, mochilas, carteras, bolsos y todo tipo de accesorios en piel, cuero, sintéticos y ciertos tipos de textiles.
La familia Zúñiga y todos los aseadores de calzado, que como nos comenta Cristopher, es el nombre adecuado, invitan a la sociedad salmantina para que esta bella tradición no perezca, además de exponer la admiración hacia su papá.
La invitación queda abierta para visitar el jardín principal o usar los servicios de cualquiera que se dedique a este oficio y lucir un calzado reluciente pero sobre todo hacer brillar la personalidad de los ciudadanos.