La parálisis cerebral infantil (PCI) es un término que describe trastornos motores o del movimiento, ocasionados por daño cerebral, que se puede desarrollar en el período prenatal, perinatal o posnatal, y es la causa de 10 por ciento de los casos de discapacidad.
La PCI se puede prevenir con adecuado seguimiento médico del embarazo y atención de calidad durante el parto.
El diagnóstico se debe realizar durante los primeros tres años de vida mediante exploración física y estudios de resonancia magnética, electrocardiograma, encefalograma, potenciales evocados, evaluación audiológica, visual y nutricional. Además, se requiere la historia clínica desde el embarazo, parto y periodo neonatal.
Los síntomas de la PCI incluyen dificultad y retraso del movimiento, del equilibrio y coordinación, rigidez muscular, movimientos involuntarios e incontrolados, inestabilidad y otras alteraciones neurológicas como dificultad de aprendizaje y epilepsia. Con frecuencia se identifican en los primeros meses y años de vida.
Se recomienda que las mujeres que planean embarazarse se sometan a evaluación médica, mantener el control prenatal para reducir riesgos o atender oportunamente problemas como infecciones durante los primeros meses del embarazo, atención adecuada del parto y valoración de la persona recién nacida.
La PCI también puede ser consecuencia de falta o deficiencia de oxígeno, hemorragia intracraneal y traumatismo, que pueden presentarse durante el parto o inmediatamente posterior al nacimiento.
En la etapa posnatal, es decir, después del parto y hasta los tres años de vida, la PCI podría ser resultado de enfermedades infecciosas, accidentes cardiovasculares y traumatismos; entre el 10 y 15 por ciento de los casos ocurre por alguna alteración genética.
El tratamiento debe ser integral, con la participación de especialistas en pediatría, neurología, cardiología y neumología, en función de las necesidades de la persona; también intervienen otras áreas como psicología y fisioterapia ocupacional y de lenguaje.