Localizado en Allende 205, el bar “El Nopal” encierra muchas historias y pudimos ser testigos de algunas de ellas de la voz de su propietario: José Jorge Jiménez.
Fue en 1945 cuando el establecimiento que visionó don Atanasio Jiménez García, el padre de José Jorge, viera la luz. Sus inicios fueron en la esquina de las calles Pípila y Río Lerma y cuyo primer nombre fue “El Molino Rojo”, no obstante fue un pequeño nopal que creció en la marquesina del sitio lo que definiría el nuevo y actual nombre del emblemático bar.
En efecto, aquella cactácea se convirtió en un referente de la época y en un impulso para la familia Jiménez Gómez que luego de que les solicitaran el primer local donde naciera el bar se trasladaron a la calle Allende y ahí permanece ofreciendo sus servicios desde el año 1963, sin embargo José Jorge quedó a cargo del negocio a partir de 1999.
Tal como menciona nuestro colaborador Jaime Martínez, se trata de un lugar que tiene mucho que contar y que sin duda pone a Salamanca en el mundo de la música pues fueron varios los artistas reconocidos que pisaron este pequeño pero significativo recinto.
La esquina donde inició la historia de El Nopal hoy en día funge de monumento de nuestra ciudad.
Decenas de importantes personajes visitaron suelo salmantino así como al pequeño bar El Nopal, así lo externa José Jorge, tal vez por la calidez de los propietarios, por la magia que encierra el lugar y porque a la familia Jiménez Gómez también pertenecía de cierta manera, la famosa Flor Silvestre.
Pero Antonio Aguilar no fue la única personalidad que conoció El Nopal, fueron muchas a lo largo de los años y de diferentes nacionalidades que acudían con don Atanasio a pasar un rato de esparcimiento y que hoy, han quedado en la memoria del pueblo de Salamanca.
Actualmente El Nopal cuenta con 3 niveles y de las cosas más llamativas, son las fotografías que adornan las paredes como un testigo silencioso de aquellas incansables anécdotas, aunque sin lugar a dudas algo que sobresale en demasía es el pequeño mural localizado en la terraza del bar, que sumerge al visitante en una atmósfera histórica pues la vista que ofrece el balcón es inigualable: el fondo de la Parroquia Antigua permite que las personas puedan tomarse fotografías inolvidables y con un sello muy salmantino.
Pero las “selfies” no son lo único que ofrece este mágico lugar, existen cientos de historias y José Jorge nos compartió algunas de ellas, esas que marcaron no solo a su bar, sino al mismo Salamanca.
Para Jorge y su familia este negocio representa no solo una manera de ganarse la vida, sino un legado histórico y de tradición, además que, como él menciona, El Nopal encierra la transición de una cantina de antaño a un bar actual y sobre todo porque en sus cuatro paredes se han maquilado proyectos, se han contado historias, se han labrado planes; lo cierto es que todo el que visita el bar, tiende a, indiscutiblemente, volver.
Por la experiencia, por los recuerdos, por la atmósfera irrepetible y por las infinitas charlas; El Nopal es un digno representante de aquello icónico de Salamanca, eso que invita a ser conocido y a volver. Porque tal vez Salamanca es una ciudad pequeña, pero no se necesitan grandes extensiones territoriales cuando lo que se lleva en el corazón, una vez que se pisa suelo salmantino, es un sentido de pertenencia, ese que nuestra ciudad ofrece sin pensar y que abre los brazos para recibir a todo aquel que necesite una sencilla pero inolvidable vivencia.