
Con más de medio siglo de historia, este tianguis ha evolucionado de plaza en plaza hasta convertirse en el mercado más completo y colorido del municipio, atrayendo a miles cada fin de semana.
Entre aromas de garnachas, sonidos de música en vivo y el bullicio de voces que regatean, el Tianguis de Nativitas late con fuerza cada viernes y domingo, convirtiéndose no solo en un lugar para hacer compras, sino en un emblema de historia, cultura y tradición viva en Salamanca.
Ubicado actualmente a lo largo de la Ribera del Río Lerma, este tianguis es el más antiguo del municipio. Aunque su origen exacto se ha perdido entre generaciones, su esencia se remonta a los antiguos mercados prehispánicos donde el trueque reinaba y los barrios eran el corazón del comercio popular.
Originalmente se instalaba en la plaza del Barrio de Nativitas, pero el crecimiento del comercio y los conflictos por el espacio llevaron a su reubicación en 2011 a decisión del entonces alcalde. El nuevo hogar, más amplio y fresco gracias a la sombra de eucaliptos, mezquites, sabinos y palmas, permitió su expansión y lo consolidó como el tianguis más extenso de Salamanca, llegando hasta el tradicional barrio de San Juan de la Presa.
Lo que comenzó como un pequeño punto de intercambio, hoy reúne a docenas de comerciantes que ofrecen una variedad inigualable: desde frutas y verduras, hasta antigüedades, ropa americana, herramientas, plantas, libros, y hasta servicios de plomería. También hay música en vivo, juguetes, cantantes ambulantes y hasta bisutería artesanal, en una mezcla que da vida a uno de los espacios más pintorescos de la ciudad.
El tianguis de Nativitas no solo es un orgullo salmantino, sino un atractivo regional. Cada fin de semana, familias enteras llegan desde municipios como Valle de Santiago, Cortázar, Juventino Rosas y Villagrán, en busca de gangas, comida rica y buena compañía. Para muchos, recorrer el tianguis es ya una tradición, un plan obligado y una experiencia de identidad.
Más allá de su función comercial, el Tianguis de Nativitas es un símbolo de resistencia cultural y económica. Es un espacio donde conviven generaciones, donde se cruzan las historias del pasado con los retos del presente, y donde Salamanca mantiene viva su alma de barrio.
Este mercado, que florece a la orilla del río, no solo vende productos: vende recuerdos, encuentros, y un pedazo del alma salmantina. Y eso, no tiene precio.