El próximo viernes 15 de agosto a las 14:30 horas, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Salamanca no solo celebrará su 38 aniversario, lo hará con un evento que se aleja por completo de la esencia de un organismo creado para atender a la población vulnerable.
La sede elegida NO es un espacio público abierto a toda la ciudadanía, sino la Plaza de Toros “Pepeillo Martínez”, propiedad de la familia de la presidenta del DIF, Eugenia Leonor Martínez Carrillo.
El programa del festejo parece más una producción para el lucimiento personal que un acto institucional: música en vivo, show especial y una entrega de premios que rompe con cualquier protocolo oficial. Las categorías incluyen “al más puntual”, “al más acomedido”, “al más chismoso”, “al más leal” y, como remate, un galardón especial para la propia presidenta.
La dinámica de votación pretende simular ceremonias como los premios Óscar.
Lo que no se ha informado —y que resulta clave— es de dónde saldrá el recurso para costear la fiesta, el espectáculo y la música en vivo. Sin una rendición de cuentas previa, la pregunta queda abierta: ¿se pagará con fondos públicos o privados? Y en cualquiera de los casos, ¿es esta la mejor forma de celebrar a un organismo que debería destinar sus esfuerzos a programas y apoyos sociales?
La elección de un inmueble familiar como sede y la naturaleza misma de la celebración colocan a este aniversario en la mira pública.
Lejos de un evento inclusivo en un parque, plaza o espacio comunitario, será un festejo cerrado que proyecta una imagen de exclusividad y autocomplacencia.
En una institución que presume trabajar “por y para las familias”, el mensaje que se envía es que hay prioridades más cercanas al círculo personal que a la comunidad.
































