
José «Pepe» Mujica dejó un legado político marcado por la coherencia y la austeridad, representado también en un objeto icónico: su Volkswagen Sedán azul modelo 1987, conocido como «El Fusca». Más que un simple automóvil, este vehículo se convirtió en el símbolo de su estilo de vida sencillo y su rechazo a los lujos del poder.
Durante su presidencia (2010-2015), el expresidente uruguayo usó su escarabajo celeste para moverse desde su granja en Rincón del Cerro hasta su despacho en Montevideo. Incluso en actos oficiales y reuniones diplomáticas, Mujica mantuvo la costumbre de conducirlo personalmente, sin dejar que su investidura alterara su forma de vida.
A pesar de su bajo valor de mercado, el Fusca reflejó la filosofía del mandatario, quien donaba el 90% de su salario, rechazó la residencia presidencial y defendía la idea de que “el poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad”. Su automóvil y su legado siguen siendo un referente de autenticidad y compromiso en el Uruguay contemporáneo.