En León la situación del agua es cada vez más preocupante. Aunque para muchos este año pareció “llovedor”, la realidad es que la ciudad vive un cerco hídrico: llueve menos, se extrae más agua de pozos y la infraestructura está al borde de su capacidad.
De acuerdo con especialistas en el tema, la supuesta recuperación del agua ha sido mínima y no alcanza para cubrir lo que realmente se necesita. En 2023 se vivió el año más seco de la última década, con casi 50% menos lluvias que en 2021. Y lo poco que se ha recuperado en 2024 apenas representa un respiro, no una solución.
El panorama es crítico: el 99% del agua que se consume en León proviene de pozos subterráneos, mientras que las presas y ríos aportan prácticamente nada. La dependencia en acuíferos sobreexplotados, sumada a la falta de aprovechamiento de fuentes superficiales, coloca a la ciudad en una situación vulnerable.
Un estudio metropolitano realizado en 2023 ya había advertido sobre el déficit en los acuíferos, y la tendencia se mantiene. La percepción de que “llovió más” es engañosa, porque el déficit hídrico continúa y las sequías se hacen cada vez más frecuentes.
Ante este panorama, voces ciudadanas advierten que más que almacenar la lluvia, lo urgente es que tanto el municipio como el Sapal adopten medidas inmediatas para garantizar la sustentabilidad del sistema, proteger lo poco que se recupera y prepararse para las próximas sequías.



































