La inseguridad a las afueras de escuelas en Salamanca ya no es una percepción es una realidad que maestros, alumnos, personal administrativo, directivos y padres de familia enfrentan todos los días sin un escudo real que los proteja.
El llamado a las autoridades ha sido constante, fuerte y claro, pero la respuesta oficial ha sido tibia, lenta y, para muchos, insuficiente.
El presidente municipal, César Prieto, reconoció públicamente que no hay el personal suficiente para garantizar la seguridad en cada plantel educativo, ni siquiera con el apoyo de fuerzas estatales y federales.
Mientras tanto, los asaltos continúan y los estudiantes siguen caminando con miedo a la escuela como si fuera zona de guerra.
El municipio presume que parte de su “estrategia” es colocar luminarias para evitar que la oscuridad sirva de guarida a los delincuentes. Pero la realidad, según reportes ciudadanos, es otra, las lámparas no sirven, fallan constantemente y muchos puntos estratégicos están en penumbras. Basta darse una vuelta por los alrededores de escuelas como el CECyTE o la Secundaria 18 de Marzo para comprobarlo.
César Prieto aseguró que trabajan con Guardia Nacional, FSPE, Ejército y Policía Municipal, pero también reconoció que no pueden garantizar presencia permanente en las zonas escolares. Se analiza (dice) colocar casetas policiales, pero mientras se “analiza”, la delincuencia no analiza nada, actúa. Y actúa todos los días.
Padres y maestros exigen hechos, no diagnósticos eternos. Los jóvenes están expuestos a asaltos a mano armada, sin transporte seguro y caminando por calles vacías y oscuras.
La falta de estrategia efectiva deja claro que no hay un plan real para blindar a quienes deberían ser prioridad: los estudiantes.
El propio alcalde admitió que el transporte colectivo deja de pasar en horarios críticos, empujando a los alumnos a caminar solos, con miedo y sin garantías mínimas de seguridad.
Las demandas de la ciudadanía son claras: más vigilancia, alumbrado funcional, rutas seguras y acciones inmediatas, no promesas ni justificaciones.
Porque mientras el gobierno dice que “no hay suficiente personal”, los delincuentes parecen tener de sobra.


































