Por: Eber Sosa Beltrán
Licenciado en Psicología Clínica por la Universidad de Guanajuato con maestría en Psicoterapia Clínica
Activista social interesado en el género, medio ambiente y derechos humanos.
Comenzaré por mencionar que la nota del día de hoy tiene el propósito de conmemorar el día en el que la profesión de la psicología fue oficialmente reconocida; este intento ha transitado a través de una perspectiva múltiple, un afán científico por desentrañar los misterios de lo humano, particularmente en el corazón de nuestra identidad mexicana. Es así, una búsqueda de referentes diacrónicos y sincréticos entrecruzados en un diálogo incesante con las diferentes corrientes del pensamiento psicológico en el cual se busca un sitio para el intercambio fructífero, que tenga una sensibilidad histórica y presente, y que a la vez trace una trayectoria hacia un porvenir.
Un problema humano que reconoce en su contexto, una particular relación con la vida y la muerte, un símbolo universal que se lee en distintas lenguas que se vive en diferentes destinos; es la búsqueda de un intérprete, que en su ciencia, encuentra la configuración de una experiencia problematizada para ser atendida; un deber ser que resulta necesario para una interacción, una escena dramática que se reproduce en incontables situaciones, a veces indescifrables, con incógnitas y enigmas que distinguimos en un pálido reflejo, a veces sólo perceptible en una forma de ser, de pensar, de hacer y de sentir.
Y es aquí donde llega nuestro interlocutor viajero, revestido de su función profesional que se coloca en una perspectiva ética, en una práctica científica que siempre pregunta y que intenta dar una comprensión desde un modelo teórico referencial; porque lo propio de éste ser profesional no es su ser absoluto, sino su intención de escuchar y dialogar sin involucrarse, ser testigo, del sufrimiento humano sin condolerse, de la crueldad humana sin complicitarse, de reconocer los triunfos sin participar en los festejos, de aceptar que, para que otros sean, hay momentos, lugares y espacios en donde lo que hace falta es dejar de ser.
Todo esto puede ser una manera de reconocer nuestra labor, saber que su función como profesión no es una acción altruista, política, religiosa o económica; sin embargo, no significa que sea una profesión ajena a éstos ámbitos, tiene como muchas profesiones una solidez académica que imposibilita pensar el campo de su acción sin éste soporte, tampoco se coloca en una función contemplativa, ni mucho menos proselitista, es cierto no es sencillo hacerlo, abstenerse es complicado… ser una mirada comprensiva que mira a través del espejo y regresa con una colección de imágenes que no le pertenecen, y que acaso sólo sea patrimonio de nuestra humanidad.