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Hace 20 años se incendió la fábrica de plaguicidas Tekchem, ubicada en Salamanca, Guanajuato, desde siete décadas antes. Una nube tóxica se esparció por 20 kilómetros a la redonda sin que las autoridades alertaran oportunamente a la población de los peligros a que estaba expuesta. Quienes viven en las colonias san juan de la Presa, La Cruz Obrera, el Pitayo , por ejemplo, respiraron ese aire contaminado y, ya muy tarde, las autoridades les dijeron que se bañaran para eliminar de sus cuerpos los residuos tóxicos que el aire había llevado a sus casas. Un año después en esas colonias aparecieron personas con leucemia, atribuida a los desechos tóxicos de la empresa citada.
Desde que ocurrió el incendio, las autoridades locales, estatales y federales responsables de cuidar la salud y el ambiente no han hecho lo correcto para asegurar el sitio donde ocurrió la explosión y enviar a un confinamiento adecuado los residuos tóxicos allí concentrados, en especial de plaguicidas, metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes.
La semana pasada, el caso Tekchem revivió con un incendio de azufre y mostró hasta qué punto las instancias oficiales muestran negligencia extrema.
Muchas familias pobres están sacando fierro y otros escombros del sitio donde funcionaba dicha empresa agroquímica, lo hacen sin saber el riesgo que significan para su salud esos materiales altamente contaminados y que la autoridad debió enviar en su totalidad a un confinamiento seguro. Apenas una parte se puso a buen resguardo el año pasado