Por: Alfonso Díaz Rey*
«El modo de “tener” excluye a los otros; no requiere que yo haga ningún otro esfuerzo por conservar mis propiedades ni que haga un uso productivo de éstas. A este modo de conducta el budismo lo denominó codicia, y las religiones judía y cristiana lo llamaron ambición; esto transforma a todo el mundo y todas las cosas en algo muerto y sometido al poder de otro.»
Tener y Ser – Erich Fromm
Empezó un nuevo año con la esperanza casi generalizada en que la actual crisis sanitaria sea controlada y superada para enfrentar la crisis económica que se presentó casi en paralelo con la primera, con efectos sinérgicos que contribuyeron al agravamiento de la situación.
Muchos pensaron que con las vacunas la pandemia finalizaría en relativamente poco tiempo, sin embargo se presentó un repunte de la enfermedad que tiene a casi todo el mundo viviendo momentos difíciles, retornando a condiciones en apariencia superadas y en algunos casos más graves. Tan grave es la situación actual que a un año de declararse la pandemia, en los primeros nueve meses el número de víctimas mortales fue de un millón, cifra que aumentó al doble en los siguientes tres meses.
Es innegable que la economía tiene que recuperarse para atender las necesidades de la población, sin embargo el hecho de que en buena parte del mundo la economía y, de manera general, la vida, estén supeditadas a la ganancia, desvirtúa valores y prioridades que provocan desatención a lo en un momento dado es imprescindible para el desarrollo «normal» de las actividades de la sociedad. En este caso, la salud.
Ese inconveniente, la búsqueda de la ganancia a como dé lugar, históricamente ha sido la causa, entre otras cosas, de problemas, desequilibrios, conflictos a gran escala, explotación del hombre y la naturaleza, pobreza y miseria, subdesarrollo, ignorancia y desigualdad.
Y es precisamente la desigualdad lo que determina en gran medida el grado de vulnerabilidad y del peligro que pende sobre determinados estratos sociales en las condiciones de la actual crisis sanitaria; situación que se da a nivel interno como internacional.
En efecto, a nivel interno han sido los estratos más empobrecidos de la población quienes más estragos y dolor han padecido debido a la pandemia por Covid-19, agregando a su precaria situación la ola de despidos laborales que se originó porque las empresas experimentaron reducción en sus ganancias. A nivel internacional, la desigualdad incide en la capacidad de adquisición de medicamentos e implementos médicos para la atención de la población; y en el caso de las vacunas, los países ricos, además de ser sede de las grandes empresas farmacéuticas, con sus laboratorios y centros de investigación, tienen la capacidad financiera para acaparar grandes volúmenes de productos inmunológicos, a la vez que esas empresas especulan, en perjuicio de los países pobres y los menos desarrollados.
Esa desigualdad, que es humana, moral y políticamente insostenible, es el origen de los mayores problemas de la humanidad; para resolverlos es necesario atender y eliminar la causa que la provoca. La conocemos: un sistema depredador del ser humano y la naturaleza en el que “tener” vale más que “ser”, en el que no importan los medios para pertenecer al pequeño grupo de privilegiados o a su séquito de servidores que se conforman con las migajas de sus amos. Ese sistema es el capitalismo.
¿Y cómo, si la desigualdad es humana, moral y políticamente insostenible, se mantiene el sistema?
No obstante que a nivel mundial, y de países, el grupo que detenta el poder económico y en muchos casos el político es muy pequeño en número, concentra y es el poseedor de una inmensa riqueza financiera y material, su principal medio de control es el ideológico.
Además de controlar los organismos represivos, mediante mecanismos que aún operan con eficacia y eficiencia que abarcan una amplia gama de actividades, como medios de difusión, partidos políticos, sistemas de educación, organismos religiosos, clubes y fundaciones filantrópicas o asistenciales, entre otros, difunden una visión distorsionada de la realidad y la historia que de diferentes maneras inmoviliza a la sociedad, la divide y le impide comprender e identificar a plenitud las causas de su situación y actuar en consecuencia.
Por esa razón, desde que existe el capitalismo como sistema dominante, quienes detentan el poder económico siempre ganan con las crisis, sin importar el carácter de estas, excepto en el caso de una cuya única salida sea un cambio revolucionario del que la sociedad esté plenamente consciente.
De otra manera, las mayorías desposeídas seguirán siendo explotadas, la naturaleza devastada y nuestro futuro, como humanidad y como parte de ese fenómeno maravilloso llamado vida, será cada vez más incierto.
Por ello conviene hacer un esfuerzo por entender la presente crisis sanitaria (y económica), sus causas, sus impactos en todos los órdenes de la vida y promover la conciencia colectiva que nos conduzca a la construcción de un mundo mejor.
Salamanca, Gto., 17 de enero de 2021.
* Alfonso Díaz Rey es miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Gto.