Beatriz Hernández busca reincorporarse a la escena política con Alma Alcaraz a su lado, generando alarmas entre los ciudadanos de Salamanca. Recordada como la peor alcaldesa de la ciudad, al igual que el expresidente panista Antonio Arredondo, su nueva aspiración al Senado levanta cejas y despierta recuerdos de administraciones marcadas por irregularidades y desaciertos, según señalamientos de la Auditoría Superior del Estado de Guanajuato (ASEG).
La administración de Beatriz Hernández, miembro del PAN al menos 30 años, fue un capítulo oscuro en la historia de Salamanca, caracterizado por un manejo cuestionable de recursos públicos, señalamientos por parte de la ASEG y acusaciones de corrupción que la vincularon a procesos legales. Su gestión, más que un servicio público, pareció ser una plataforma para el enriquecimiento personal a expensas del erario.
Esta exalcaldesa, que afirmó representar los principios del PAN, ha demostrado ser una maestra en el desvío de recursos, compras a sobreprecio y tráfico de influencias. Su historial incluye ser señalada por abuso de poder y su nombre resuena en los pasillos políticos como sinónimo de corrupción desenfrenada.
La ciudadanía de Salamanca enfrenta ahora la disyuntiva de permitir que una figura con un pasado panista tan oscuro regrese para reclamar un espacio en el Senado. ¿Podrá olvidar la ciudad las heridas infligidas por administraciones marcadas por la deshonestidad y la incompetencia? Beatriz Hernández, en su afán por regresar al escenario político, parece subestimar la capacidad de la ciudadanía para recordar y resistir la perpetuación de una cultura política corrosiva.
En última instancia, su regreso plantea una pregunta fundamental: ¿Salamanca está dispuesta a sacrificar su futuro político por el retorno de alguien con un historial tan manchado? La respuesta recae en la ciudadanía, que debe decidir si permitirá que la sombra de la corrupción continúe oscureciendo el horizonte político de Salamanca o si exigirá una ruptura definitiva con el pasado.