VOY A UNA IGLESIA Y DOY MI DIEZMO, pero no se lo doy al pastor…se lo doy a algún niño de la calle, a alguna niña que no tiene para comer o para comprase un cuaderno para la escuela. El pastor o el cura no necesita más dinero, además de que debería seguir el ejemplo de Pablo y de Pedro, trabajando en algún oficio seglar. Sin embargo, eso es cosa de ellos.
Por otra parte, las necesidades del templo, habiendo tantos feligreses, se cubren perfectamente con que cada uno de alguna monedilla.
Creo que el ejercer el divino poder de dar al que necesita más que uno, es la mejor forma de ofrendar. Por otra parte, en el Antiguo Testamento está especificado que los servidores del templo deben tener únicamente lo necesario para vivir y ni siquiera han de tener propiedades. Por si eso fuera poco, allí está el ejemplo de Jesús, quién no tenía “ni donde reposar la cabeza” e invitaba a dar a los más desposeídos y a procurar el bienestar del prójimo.
Hay algunas iglesias donde todo se maneja con transparencia y le dan cuentas a la feligresía, pero son las menos. Desde mi punto de vista, la mayor parte del dinero que entra en las organizaciones religiosas debería utilizarse para llevar a cabo obras en beneficio de los más vulnerables. Y terminaré citando un texto bíblico:
«Porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed, y me disteis de beber, peregriné, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme» «¿Cuándo te dimos todo esto?, le preguntan. Y Jesús contesta: «En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores a mi me lo hicisteis.»