Injusticias en la incursión de las mujeres al trabajo productivo
Por mucho tiempo la mayoría de las mujeres se ubicaron únicamente en el plano de la labor doméstica, sus tareas principales fueron atender a la familia y mantener el hogar limpio y organizado. El capitalismo como sistema político, social y económico se sostiene en la explotación de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo de las personas, por lo que se pensó que el que vende su fuerza de trabajo era un obrero/trabajador, pero ahora se trata de obreras/trabajadoras. A los hombres se les ha asignado un trabajo productivo y a las mujeres, además, un trabajo reproductivo. Según el INEGI en 2016 el 43.8% de la población económicamente activa son mujeres que trabajan fuera del hogar y perciben alguna remuneración y ubicadas en todos los sectores: construcción, manufactura, comercio, servicios, transporte, etc.; sin embargo, las mujeres aún tienen considerablemente menos posibilidades que los hombres de participar en el mercado de trabajo (es decir, de tener un empleo o de estar buscando uno).
De alguna manera se tiene la certeza de que las mujeres son explotadas. Cada día se hace más visible que su fuerza de trabajo, cuando se vende en el mercado laboral, es mucho menos pagada que la de los hombres y que el trabajo doméstico efectuado por todas las mujeres es sin salario o como lo plantea Karina Vergara: “las mujeres realizan un trabajo que no se ubica en los espacios de producción y que sin embargo es indispensable para esa producción” un trabajo que ha sido menospreciado, invisibilizado y “naturalizado”, un trabajo que crea las condiciones necesarias para permitir asistir a los lugares de producción (como proveer alimentación, cuidados, higiene, descanso).
Cuando Felipe Calderón Hinojosa, presidente durante el sexenio 2006-2012, lanza su iniciativa de Reforma Laboral uno de los puntos que resaltó como “beneficio” para el trabajador fue su famosa y publicitada “flexibilización laboral”, bajo este término se propagandeó que las mujeres podríamos atender a nuestras familias y a la vez trabajar algunas horas para ser asalariadas, incluso hay un anuncio publicitario en donde se agradece a los diputados y senadores del PAN por aprobar la reforma laboral, porque con ella una chica estando embarazada podrá tener trabajo, un chico podrá tener trabajo sin dejar de estudiar y un trabajador conocerá en qué se utilizan sus cuotas sindicales y podrá votar por su representante sindical sin temor a ser despedido (a cinco años sigue siendo letra muerta y publicidad engañosa). Pero regresando a la flexibilización laboral, este término neoliberal no quiere decir otra cosa que inestabilidad para el trabajador; los mecanismos de flexibilización laboral se basan principalmente en la reducción del costo de mano de obra y tiempos de contratación a capricho del patrón. Bajo ese término las mujeres fueron atraídas a realizar una doble jornada saliendo al mercado laboral y continuando con el trabajo doméstico.
Cuando una mujer incursiona en el trabajo productivo se encuentra con ciertas dificultades: desigualdad salarial, menos opciones laborales y el techo de cristal (dificultad para alcanzar altos puestos).
Las diferencias de género se perciben no sólo en los salarios, sino que en ocasiones la discriminación salarial en las empresas suele ser más sutil e indirecta y no tiene que ver con el sueldo base, sino con las prestaciones y con reconocer una retribución diferente para
un mismo tipo de trabajo. Un ejemplo que pudiera parecer trivial pero que refleja con mucha claridad esta situación es que, en el 2016, la lista de Forbes mostró a los 22 actores mejor pagados del mundo. En esta lista, Forbes reveló esa brecha: 18 actores se embolsaron más de 20 millones de dólares, mientras que sólo cuatro actrices pudieron alcanzar esa cifra en el periodo. La lista reveló que Jennifer Lawrence fue la actriz mejor pagada con un sueldo estimado de 46 millones de dólares, mientras que el primer lugar de la lista masculina fue Dwayne Johnson con 64.5 millones de dólares.
Entre los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico México ocupa el lugar 33 (de 33 miembros) de empoderamiento femenino en el lugar de trabajo. Según los datos de Pew Research Center, en México hay una diferencia salarial de 16.7% entre hombres y mujeres y sólo el 5% de las mujeres ocupan puestos directivos en las empresas. Esta limitación tiene como pretextos que las mujeres son más emocionales, que tendrán hijos, que anteponen a la familia, el matrimonio o el hogar al trabajo, situaciones que en apariencia al hombre no le significan ningún problema.
Actualmente, si una mujer aspira a ganar lo mismo que un hombre, las estadísticas disponibles muestran que no tiene muchas alternativas para lograrlo. La brecha salarial de género será equitativa en 170 años a nivel mundial si continúan las tendencias actuales, ya que la diferencia en el 2016 fue de casi el doble entre hombres y mujeres de acuerdo con un informe del Foro Económico Mundial.